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lunes, 14 de enero de 2019

VIAJE A LISBOA, PORTUGAL. DEL 19 AL 23 DE AGOSTO DE 2019













 

 


VIAJEROS: Familia Sellers-Castillo y Costa Castillo.

DÍAS: Del 18 al 23 de agosto.

ALOJAMIENTO: Apto. Aiyra Angels (Lisboa) 

Cool Guest House (Elvas)

 

TRANSPORTE: Coches

Nuevamente nos ponemos en marcha para salir de España. Esta vez será la vecina Portugal. Será en agosto, en pleno vernao, y esta vez será un viaje familar, con mi mujer, Inma y mis hijos, Jorge y Laura, y con mis cuñados: Rafi, Mª Ángeles y sus hijos, Sergio Maria. 

De momento ya tenemos la reserva hecha con Booking en el Aiyra Anges, en el barrio de Arroios, y otra noche en Elvas que decidimos semanas antes de iniciar el viaje. Un apartamento, el de Lisboa, con la máxima puntuación y los mejores comentarios que se puedan leer, situado en la zona norte de Lisboa, muy cerca del centro urbano.


PREPARATIVOS

A decir verdad, cuando comienzan los preparativos empieza el viaje: a buscar alojamientos, qué lugares visitar, qué restaurantes o cómo podemos movernos y desplazarnos por Lisboa. Para tal fin, Internet proporciona una herramienta extraordinaria en la que podemos encontrar toda la información que busquemos, y más. Páginas como voyalisboa disfrutalisboa, guianomadalisboa, o la página oficial de turismo Lisboa, nos ayudarán en toda nuestra planificación de viaje.


TRANSPORTES

Otro de los aspectos importantes es el cómo movernos, el transporte. Nosotros iremos en coche particular, que aparcaremos en algún parking que nos recomienden, y para movernos por la ciudad, además de hacer muuuuuchos kilómetros todos los días, tendremos que sacarnos una tarjeta que nos sirva para movernos en metro, tranvía o autobús. La Tarjeta 7 colinas o Viva Viagen son las tarjetas que deberemos adquirir nada más llegar, aunque la utilizada para unos pocos días será la 7 Colinas, ya que la Viagen es un bono mensual. Cuestan 0.50 cnts. y son personales e intransferibles. Las podemos encontrar en metro y establecimientos autorizados y son válidas en la red METRO Y CARRIS, osea, para el metro, tren, tranvía y bus.

 Respecto a las recargas cuentan: Info billetes transportes Lisboa

-Billete sencillo: (Bilhete Viaghem) 1.45€ y se puede usar SÓLO durante una hora.

-Billete diario: (Bilhete Diàrio): 6.15€ y se puede usar durante 24 h. Metro/Bus/Elevadores

-Billete Carris(Bus)/Metro/Transejo(Ferris): 9.35€

-Billete Carris(Bus)/Metro/Transejo/CP(Comboios-Trenes). Válido para ir a Cascais y/o Sintra: 10.40€.

Otra opción es la tarjeta Zapping, que consiste en recargar las tarjetas 7 Colinas o Viva Viagem, y nos irán descontando cada vez que cojamos un metro o tranvía. El precio por viaje en Carris y Metro será de 1,25 euros en lugar de 1,40 euros, disponiendo de 60 minutos para movernos libremente desde su validación. Ahora bien, sólo nos será rentable si en un día la utilizamos más de 4 veces. 

A la ida haremos noche en el Guest Cool House de Elvas, que está a 10 km de Badajoz y unos 220 km de Lisboa. Parada técnica que aprovecharemos para ver esta fronteriza ciudad del Alentejo, que es Patrimonio de la Humanidad por sus fortalezas y su casco histórico. Por lo tanto, al día siguiente, lunes, saliendo sobre  las 8 de la mañana, llegaremos a nuestro destino en Lisboa antes de media mañana.


Lisboa, la ciudad de las 7 colinas, está enclavada entre 7 promontorios desde donde unas espectaculares vistas son visita obligada de nativos y turistas. A su vez, está dividida en pintorescos barrios, siendo los más conocidos los de Belém, Marqués de Pompal, Alto y Chiado, Baixo y Alfama, quizás, el más pintoresco.


Nuestro alojamiento está en la calle/Rua Moçambique, más o menos en el centro, pero alejado de los barrios más famosos, a dos calles de la famosa Av. Amirante Reis y, más o menos viendo este mapa, entre las paradas de Metro Arroios y Anjos.

 

Lo mejor será movernos con transporte público por la moderna red de metro, y también ir cogiendo según las necesidades el Tranvía, y cómo no, su pintoresco Tranvía nº 28 que recorre el centro histórica de la ciudad.


 

Cuatro días tenemos para visitar la capital lusa, aunque, seguramente, optemos por vistar Sintra y/o Cascais algún día, pues las combinaciones para ir en CP (Comboios Portugal), osea, el tren, es fácil, cómodo y rápido. Por ejemplo, para ir a Sintra, cabe la posibilidad de coger un tren en las estaciones de:

Estación de Oriente (línea roja de metro); en Sete Rios (Jardin Zoológico, línea azul de metro) o en Rossio (Restauradores, línea azul de metro), y en unos 35 minutos estaríamos en nuestro destino. 

Y recordamos que, llevando la tarjeta Viagem no es necesario comprar billete, se valida la tarjeta antes de acceder al andén y vuelves a validarla para salir de la estación de Sintra. También, sacando un billete sencillo de 2,15€ por trayecto: 4.30€ ida y vuelta.

 


Sin lugar a dudas, Lisboa es una de las grandes capitales europeas; capital de un gran imperio hace siglos y lugar de partida de los grandes descubridores que de sus puertos partieron a buscar tierras que conquistar.

Mapa Centro Lisboa


Gracias a internet, planificar qué hacer o
qué no perderse en Lisboa es fácil tarea, de la misma manera que reservar por adelantado una visita turística y cultural a la ciudad. Esta vez reservamos con bastante antelación, una visita guiada con los tours gratis Sandemans de Lisboa, para el martes 20 de agosto a las 10 h. La salida se hará desde el Monumento de Camões en Praça Luís de Camões, y 10 minutos antes deberemos entregar los tickets de reserva a los responsables de Sandemans newEurope que nos esperarán ataviados con camisetas y paraguas rojos. Desde nuestro Apartamento, la cercana parada del metro de Anjos nos llevará a la de Baixa, en la línea verde, y de allí en no más de cinco minutos daremos con los guías.

¿Y las comidas? El que nos alojemos en un apartamento, nos da la posibiliad de realizar alguna comida o cena allí mismo, en la terraza con barbacoa que tiene el alojamiento, además de realizar los pertinentes desayunos, no obstante, seguro que daremos buena cuenta de gastronomía portuguesa, que no sólo es el bacalao, sino que muestra un abanico de carnes y pescados, arroces y platos típicos caseros o sus afamados dulces que a buen seguro probaremos. 

Hay infinidad de webs que informan de qué restaurantes probar, dónde comer, e incluso que hablan de la de la gastronomía portuguesa.  A buen seguro que llevaremos anotadas algunas referencias de los mejores lugares para comer y que recomiendan los viajeros en blogs y webs como Uma (Rua dos Sapateiros 177), A proviciana (Travessa do forno, 23), Santa Rita (Rua de Sao Mamede 24), O Marques (Travessa do forno, 9) o de esos  que sólo van lisboetas como Churrasqueria de paz, Zé dos Cornos, Gaucha o Vela Branca. Pero interesante será también recorrer una angosta calle, dar por casualidad con un pintoresco restaurante y allí comer el mejor plato tradicional.


FADOS

El canto, el sentir portugués. Un lamento, un quejido escuchado al final de un lúgubre callejón de Alfama o el barrio alto. Un canto que goza de popularidad y prestigio en todo el mundo y que ha sido reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

Hay infinidad de guías que recomiendan restaurantes de Fado, si bien, quizás deberíamos guiarnos por el lastimoso sonido que surgiera de cualquier auténtico Fado.

  

DIARIO DE VIAJE

 

DÍA 1. Domingo 18 de agosto

Salida, mucha carretera y Elvas.

Y llegó el día del viaje. A las 6 de la mañana quedamos todo el grupo en una gasolinera cercana a nuestras casas. Por delante teníamos unas 9 horas de carretera hasta llegar al fortificado pueblo portugués de Elvás. Una ciudad que está en la ruta de Lisboa, a apenas 250 km, y que nos serviría para descansar del maratoniano viaje desde Alicante.

Plaza de la República

Durante el trayecto hicimos las paradas de rigor en estaciones de servicio, unas dos o tres, con la intención de no demorar nuestra llegada a Elvas, que la hicimos, descontada una hora en el reloj (una hora menos de uso horario) sobre las 2 de la tarde. 

Conforme fuimos acercándonos a la localidad, comprobamos su gran cantidad de fortificaciones y murallas defensivas, sin duda, el resultado de un pasado tan rico y poderoso. La entrada la hicimos por la muralla, por un estrecho arco por el que sólo podía pasar un vehículo, que daba a un laberinto de angostas calles. Por un momento no supimos por donde tirar, ya que el google maps insistía en meternos por imposibles callejones, hasta que seguimos un cartel con la indicación "Centro" que nos llevó a un aparcamiento libre pegado a la muralla (y que no se paga el fin de semana), donde pudimos dejar los coches hasta el día siguiente. Pero antes, como nuestro hotel estaba al final de una larga cuesta, subimos con los coches las maletas. 

El Cool Guest House de Elvas, era una hotelito pequeño, situado en una estrecha calle paralela a la plaza principal. Reservamos 4 habitaciones con baño incluido, que la verdad, estaban muy, muy bien. Además, la primera planta disponía de una zona común con nevera, cafetera y microondas para uso de los clientes. 


Era la hora de comer; de sentarnos entorno a una mesa con una cerveza y empezar a disfrutar del viaje, deleitándonos de la gastronomía portuguesa... y de su cerveza. Junto al hotel teníamos el restaurante Kudissama, muy bien valorado en las RRSS y con un propietario que hablaba español y muy amable. Nos dejamos recomendar, aunque finalmente, todos, menos algún niño/a, pedimos bacalao; un plato generoso, como todos los que degustamos en Portugal, con una rica guarnición, y varias cervezas locales de la marca Sagres que nos entraron muy, muy bien.

Tras la comida regresamos al hotel a terminar de ordenar las maletas, cambiarse el que quiso, y descansar apenas 15 minutos, para comenzar a visitar la ciudad comenzando por la Plaza de la República, con varios bares y restaurantes y la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, situada en un extremo a lo alto. 

Plaza de la República


Acueducto de Elvás

De visita obligada es el acueducto de Amoreira, o de Elvas, mandado construir por el rey Manuel I y terminado en 1622. Tiene 8 km de largo y mantiene una imagen de acueducto romano, del que muchos llegamos a pensar que era su procedencia. 


Panorámica de Elvás


Continuamos recorriendo murallas y baluartes, contemplando sus históricos edificios reconvertidos en escuelas, sede de universidad o espectaculares hoteles, y deleitándonos por sus angostos callejones y pequeños parques. Por el camino, fuimos deteniéndonos en algunos miradores que nos ofrecían unas vistas de Elvas espectaculares, de casas blancas y tejados rojizos, que nos recordaban los pueblos sureños de España. 

Seguimos caminando hasta que llegamos a la parte más alta, al castillo de Elvás, convertido en hotel y restaurante. Un pequeño parque adosado al castillo, nos ofreció una espectaculares vistas de toda la rodalía. 

Comenzamos a bajar desde el castillo recorriendo sus estrechas y laberínticas calles, de casas encaladas y repletas de macetas; haciendo fotos, deteniéndonos en esos callejones imposibles y preciosos. Un poco a la aventura caminábamos, es cierto, pero ahí está, también, parte del encanto de los viajes: no saber qué te puedes esperar al girar una esquina.



Castillo de Elvas

Poco a poco iba anocheciendo, bajando la temperatura considerablemente. Un alto en el camino en un bar, más tasca antigua que bar, nos sirvió para descansar un rato y tomar algo antes de acudir a la plaza de la República a Cenar. Posiblemente nos equivocamos de bar/restaurante, pues solamente disponían de queso, aceitunas y ¡melón! para cenar, ya que se les había acabado todo, o al menos éso nos dijeron. Y así fue entre risas y algunas cervezas. Por cierto, las aceitunas y el queso de inicio en los restaurantes fue una constante en todo el viaje, pues si no estaba ya en la mesa antes de sentarnos, el camarero era lo primero que nos ofrecía. Solían poner quesos enteros que no eran muy grandes, redondos y de unos 200grs. partidos en láminas, con un sabor y textura entre el manchego y el parmesano italiano, y la verdad: muy buenos.

  

Día 2. Lunes 19 de agosto

Elvás, llegada a Lisboa. Alojamiento, plaza Figueira, Rossio, Chiado, Barrio alto 

Temprano nos levantamos el lunes. Desayunamos muy bien en una refinada cafetería, a escasos metros de la plaza de la República, y tras dejar el hotel y recoger el coche, cogimos la autovía A6, y luego la A2, que nos llevaría a nuestro destino. Sin duda, fue un acierto adelantar la salida del viaje al lunes, ya que, de esta manera, llegamos pronto a nuestro apartamento. 

Cierto es que las alarmas nos saltaron cuando, antes de entrar en territorio portugués, leímos que teníamos que sacarnos un certificado para circular por las autopistas; un verdadero lío y quebradero de cabezas, como bien señalan muchas personas en foros de viajes. Sin embargo, y tras varias consultas en una gasolinera, solamente tuvimos que pagar de forma manual a la salida de una autopista de camino a Lisboa.

Puente Vasco de Gama

 Cruzar el puente nos costó unos 3.-€ aproximadamente, y en menos de 20 minutos llegamos a nuestro destino con la ayuda de Google Maps. Dejamos las maletas y aparcamos en unparking de superficie de la empresa Empark, en la C/Gomez Freire, que nos costó unos 21.-€ de lunes a viernes. Casi en toda Lisboa hay que pagar por aparcar, y sobre todo el centro, aparcar es muy complicado, amén de que en algunas zonas solamente pueden aparcar los residentes. Tanto Empark, como otros parkings, tienen precios asequibles para dejar un vehícuo varios días.

Como el check-in lo teníamos a partir de las 14 h. y llegamos en torno a las 11.30h., dejamos las maletas en el apartamento que contratamos con Ayra Angels y comenzamos de inmediato la visita la ciudad. 


Plaza Figueira

Salimos por la Av. Almirante Reis, paralela a nuestra vivienda, y comenzamos a bajar hasta el barrio de Baixa, el centro de la ciudad, nos mezclamos entr miles de turistas y lisboetas caminando por donde Praça da Figueira o la de Rossio, con un mosaico esta última, que copió el paseo de la Explanada de España de Alicante

Plaza de Rossio

Hacía fresco para la fecha que estábamos, pero se agradecía. Recorrimos el paseo, nos hicimos unas fotos, entramos en alguna tienda y buscamos una tradicional y antigua destilería de cerezas llamada A Ginjinha, situada en una esquina de la plaza de Rossio, en el Largo Sao Domingo. 2'5€ aproximadamente, nos costó cada chupito en el interior del estrecho y oscuro barecito, convertido en uno de los lugares de visita obligada para quienes visitan Lisboa. Es un licor de cerezas de unos 20º, que se sirve en un vaso pequeñito sin acompañamiento alguno, que tiene un agradable sabor a guinda. 


👍 De interés

En caso de que esté cerrado, os informo que no es el único bar que sirve Ginja, ya que, en cuanto recorres la ciudad verás más locales de este tipo, y al caer la noche, también se puede degustar este licor en las calles de Alfama, pues algunas mujeres lo venden en la calle servido en vasitos de chocolate.

 

 

Aprovechamos para visitar la iglesia de Sao Domingos, que estaba justo al lado. Un bello templo, como todos los que vimos en la ciudad, repleto de pinturas y esculturas, aunque a casi todos, les faltaba algo de mantenimiento

Hora de comer.

Llevábamos varios sitios recomendados en foros de viaje, para comer bien y a buen precio. Como estábamos en la plaza de Dom Pedro IV, más conocida como Rossio, muy cerquita, en Travessa do Forno teníamos los restaurantes A provinciana y O Marques. El primero con mucha cola en la calle, y el segundo cerrado, por lo que optamos por comer en otro restaurante de cocina portuguesa de la misma calle, en O Mondego. Entramos, nos sentamos enseguida, y para nuestra sopresa ¡¡no había bacalao en la carta!! de manera que optamos por otros pescados y carnes. Un lugar, sin duda, al que no volvería, aunque esté bien valorado en tripadvisor.

De todas formas, las calles adyacentes a Rossio están llenas de restaurantes donde comer, y en la misma plaza se encuentran cadenas de hamburgueserías.

Paseamos y reposamos la comida por el centro de la ciudad, deteniéndonos en algunas tiendas por la zona o barrio de Baixa, el más céntrico, comercial y antigua de la ciudad, hasta llegar al elevador de Santa Justa

                        

Elevador de Santa Justa

Con una cola de más de una hora para quien quiera subir, este antiguo y espectacular ascensor te sube hasta el Barrio de Chiado, el barrio bohemio e intelectual de la ciudad, que fuera y es el preferido de poetas y escritores, como Fernando Pessoa. Más allá, más arriba, subiendo por sus empinadas calles, llegaríamos al Barrio Alto, el más vanguardista y moderno de Lisboa, y donde suele salir de fiesta la juventud lisboeta. Como decimos, este elevador conecta Baixa y Chiado, pero no es el único elevador que conecta barrios altos. Tengamos en cuenta que Lisboa está situado entre 7 empinadas colinas, y una de las formas de subir hasta ellas es con un elevador. 


 
Sin duda, el de Santa Justa es el más conocido y espectacular, pues su robusto diseño de 1902 siguiendo técnicas usadas en la Torre Eiffel, y sus 45 metros de altura, lo destacan sobre los demás. Nosotros accedimos a pie y pudimos acceder hasta la puerta del mismo ascensor, en donde se contemplar preciosas vistas de la ciudad, pese a estar el lugar totalmente enrejado.

 

Espectaculares vistas desde el mirador de Santa Justa

La catedral desde Santa Justa

Aunque si se prefieren las vistas sin rejas, se puede acceder a un nivel superior previo pago de 1'5.-€ Pero antes, caminando por Chiado, además de deleitarnos de la belleza de los edificios antiguos con fachada de azulejo, vimos las espectaculares ruinas del Convento do Carmo, destruido por el terremoto de 1755 y convertido ahora en Museo arqueológico.

Convento do Carmo desde Rossio

No tiene techo, apenas unos imponentes arcos visibles desde fuera, y en su interior, suelen organizarse conciertos y obras de teatro. 

 

    

                                          Praça do Carmo

 


De camino al elevador

 👍 De interés

Junto al elevador hay un restaurante con mesas y tumbonas, y además, un ascensor gratuito que baja directamente a una tienda de regalos de la calle Do Carmo, y que también se puede utilizar para subir.

Aprovechamos la tarde para hacer unas compras, y como hacía fresco, algunos optaron por comprar unas sudaderas que, como más tarde comprobamos, vinieron muy bien.

Marchamos al apartamento. Teníamos que ir a un supermercado para comprar los desayunos y algo de comida para meriendas y cenas.

Una de las excursiones que teníamos planeadas era visitar el pueblo pesquero de Cacilhas, al otro lado del río Tajo.

Rua Candido Dos Reis, Cacilhas. https://www.minube.com/fotos/rincon/933541

 Un pintoresco pueblo, repleto de restaurantes para degustar la cocina marinera. Y no perdimos más tiempo. Cogimos el metro (línea verde) y paramos en la última estación de Cais do Sodré, donde cada media hora salía un ferri hasta Cacilhas. No nos sirvió la tarjeta Via Viagem porque la teníamos de 24h, pero si la hubiéramos sacado en modo zapping, es decir, con dinero para que cada viaje descontara el precio del trayecto, SÍ hubiera servido. Aprendida la lección, las siguientes tarjetas serían en esta última modalidad.

Cena en Cacilhas

Montamos en el ferri de las 21h y cruzamos el estuario del Tejo en unos 10 minutos. Ya estaba haciendo algo de fresco toda la tarde, pero cuando atracamos en el muelle del puerto, notamos que hacía un frío fuera de los normal para las fechas que estábamos. 

Una pena que el sol se hubiera puesto ya y no viéramos Lisboa a plena luz del día. Sólo divisábamos infinidad de luces, las silueta del puente 25 de abril, o la majestuosa escultura del Cristo Rey que se alza a esta parte del río. 

 Nos pusimos en marcha.

Nada más bajar del ferri nos encontramos de frente con los restaurantes. Caminamos hasta la vía principal, la Rua Candido dos Reis, en la que cenamos en uno que estaba muy bien recomendado en distintos foros, y como a nuestros hijos no les apetecía cenar pescado, optaron por una hamburguesería que estaba frente a nosotros.

Un frío inesperado

Una de las mejores cenas, aunque estuviéramos a 18º y abrigados, menos mi cuñado, que sólo dispuso de una camiseta interior verde 😀😀😀. Pulpo a la brasa, sepia a la romana y dos tipos de bacalao, que fueron regados por vinho verde (vino portugés de tintes ácidos y algo espumoso) y alguna pinta de cerveza. Un buen rato, una buena cena, un buen momento de esparcimiento y planificación de lo que haríamos al día siguiente. Sin lugar a dudas, TOTALMENTE RECOMENDABLE.

A las 00:30 cogimos el ferri de vuelta a Cais de Sodre, y de aquí en metro hasta nuestra parada de Anjos y en 5 minutos en nuestra casa.

El primer día en Lisboa había sido agotador y fantástico. Era tarde, y aunque estábamos cansados y al día siguiente madrugábamos, el disponer de una terracita en el apartamento nos hacía sentarnos un rato para charlar y terminar de planificar el día siguiente.

A dormir.


Día 3. Martes 20 de agosto

Tour Sandemans, Praça do Comercio, Belem

 A las 8.30 de la mañana, ya estábamos todos desayunando en la larga mesa del salón. Este día teníamos concertada una visita guiada, y gratuita, con Sandemans por Lisboa. Comentar que las reservas de menos de 10 personas SÍ son gratuitas, pero a partir de 10 hay que pagar unos 8€ por persona. No obstante, finalizado el tour, y, aunque era gratuito, es costumbre abonar la voluntad a la guía. Y así hicimos 😀

La reserva la hicimos en invierno, e hicimos bien, ya que todas las visitas, grupos y horas, estaban completas desde hacía semanas.  

Plaza de Luis Camoes. Inicio del Tour de Sandemans

De la plaza de Luis Camoes partían casi todos los tours turísticos de Lisboa. Una plaza en pleno barrio de Chiado que da paso al bullicioso barrio alto. 

Fue, sin duda, un acierto hacer el tour, y más, con la persona que nos tocó, una española residente en Lisboa desde hacía años, que vivía y sentía la ciudad como propia y que nos supo transmitir ese gusto y ese cariño por la ciudad.

 La visita duró cerca de 3 horas, con un alto en el camino en una cafetería concertada, en la que pudimos acudir al aseo y/o tomar un tentenpié. 


 La arquitectura de la ciudad, y las fachadas forradas de azulejos, no dejaban de sorprendernos.

 


 Durante el recorrido tuvimos ocasión de ver y entrar en la librería más antigua del mundo, Bertrand, fundada en 1752 y situada en una esquina del barrio de Chiado, y en la que mi sobrina María tuvo a bien comprarse un libro con el sello que acredita ser la librería más antigua del mundo.

También tuvimos ocasión de entrar en una de las cafetrías más antiguas y tradicionales de Lisboa, en el Café a Brasilera, fundada en 1905 y conocido, entre otras cosas, por la estatua de Fernando Pessoa en la terraza. En la barra, y por menos de un euro, tuvimos la ocasión de tomarnos un café en esta elegante y artesonada cafetería, en la que poetas y escritores siguen reuniéndose cada día para tratar de lo humano y lo divino.

 

Cafetería A Brasilera

En la plaza de Rossio, como no podía ser de otra forma, también nos detuvimos a escuchar las explicaciones de la guía. Y como curiosidad, entramos en una tienda que vendían latas de sardinas, entre otros pescados, en unas bonitas y llamativas latas en conserva.


Los barrios céntricos como Baixa, Chiado y Barrio alto, fueron los visitados  con acertadas explicaciones de la historia y evolución de la ciudad, finalizando en la majestuosa Praça Do Comercio. Un lugar en el que estuvo el Palacio Real destruido en 1755 por un terremoto. Destruida la plaza, el Marqués de Pombal la reconstruyó, aunque esta vez dándole la forma actual de “U” al estar levantada con tres largos edificios porticados. 

Al fondo, el Arco de entrada a la Plaza del Comercio

 A la plaza del Comercio le falta el tramo que la cerraría por el lado del estuario del Tajo; un hecho que acrecienta, más si cabe, la grandeza de la plaza. En uno de sus soportales nuestra guía nos dio las últimas explicaciones y orientaciones, antes de caminar hacia el río para divisar el este, el océano Atlántico.



 

Hacia el este divisamos la desembocadura del Tajo, más allá del puente 25 de abril que por la tarde veríamos de cerca, y a la izquierda del puente (en la foto de abajo) la colosal escultura de 28 metros de Cristo Rey.


Para comer nos dirigimos al restaurante Santa Rita, en la ladera del casillo de San Jorge y muy bien comentado en foros de viajes, pero también nos lo encontramos cerrado. Cansados de las 3 horas de tour y de las cuestas que subimos en busca del restaurante, en la misma calle hicimos un alto en el camino en un bar/bodega para tomar unas cervezas. Al final, tras buscar algún restaurante por los aledaños, reservamos mesa en el restaurante Ho Caldas, también en la misma vía. 

                                                   Bacalao A bras

Un acierto el sitio, con un amable dueño que nos atendió en español y orientó qué pedir. El bacalao se sirve y come de infinidad de maneras, pero la más característica es, junto al bacalao con nata, el bacalao a bras. Lo probamos de diversas formas, aunque a mí, esta receta "a bras" no me gustó mucho. Mi cuñado pidió uno con tomate y algo de fritanga que, posiblemente, fuera el mejor que probamos. 

 En la Praça da Figueira, paralela a Rossio, cogimos el autobús que nos llevaría por la tarde a Belem. 

Plaza Figueira

Un error😓, sin lugar a dudas, ya que al tiempo que tardamos esperando a que llegara, tuvimos que sumar unos 25 minutos más de trayecto. Para la próxima ocasión😀, cogeremos desde Cais do Sodre el tramvía, o el tren, para ir más rápido y cómodos.

Belem es una de las visitas obligadas. Un must como dirían algunos. Es un barrio algo alejado de Lisboa, situado junto al río Tajo, repleto de zonas verdes y varios monumentos que plasman la historia marítima y de descubrimientos de Portugal.

Nada más bajar del autobús, lo primero que vimos fue la larga cola que había en la pastelería Pastéis de Belém, de la que luego hablaremos, y el Monumento a los Descubrimientos junto al río.

Monumento a los Descubrimientos

Construido en 1960 para conmemorar los 5 siglos de la muerte de Enrique el Navegante. Sus 52 metros de altura con forma de carabela, alberga a ambos lados las 33 personas más reconocidas de la gloriosa época de los grandes descubrimientos portugueses.

Caminando hacia la desembocadura, a unos dos kilómetros caminando, otro de los grandes monumentos: la Torre de Belem

Torre de Belem

Declarada patrimonio de la Humanidad, está ubicada en el mismo lugar de donde partían las expediciones portuguesas. Una preciosa fortaleza del siglo XVI construida para proteger la entrada al puerto, aunque también sirvió de prisión y como aduana para recaudar impuestos.


Pusimos rumbo al Monasterio de los Jerónimos, una verdadera maravilla declarada Patrimonio de la Humanidad en 1983. Arquitectura manuelina del siglo XVI (encargada por el rey Manuel I) levantada en honor a la época dorada de Portugal.

Monasterio de los Jerónimos

 Del conjunto de edificios que componen el monasterio, se puede entrar, previo pago, al Monasterio y al Museo Nacional de arqueología. Existen diferentes precios y entradas combinadas, pero nosotros optamos por no entrar, aunque finalmente accedimos durante una misa al interior de la oscura iglesia en la que descansan los restos, entro otros, de Vasco de Gama y Luis Camoes.



Foto de familia en el Monasterio de los Jerónimos

Antes de regresar teníamos que hacer una obligada parada en la confitería de Pasteis de Belem, que a esas horas de la tarde ya no tenía mucha cola. También llamado "pastel de nata", es una tartaleta de hojaldre con crema pastelera en su interior, que se come caliente y con canela espolvoreada por encima. Cuentan que siguen la receta de los monjes jerónimos de 1837, y la verdad, estaban de muerte.

 

 

Ñam

 

La pasteleria y el Monasterio al fondo

Un bucólico parque con artísticas fuentes, nos dieron cobijo para deleitarnos con el fino sabor de los pasteis, que aunque éstos sean los "originales" también se venden en toda la ciudad, además de una gran variedad de bollería y dulces típicos que probamos en más de una ocasión. 

Para regresar en tren tuvimos que recargar las tarjetas Viagem en las máquinas del anden. Fue todo un poco enfarragoso y lento, el tener que recargar las tarjetas una por una, aunque al final lo conseguimos 👍 con ciertos nervios y premura, ya que el tren podría llegar en cualquier momento. 

Al llegar a la estación de Cais do Sodre, aprovechamos para recargar las tarjetas con la modalidad zapping, es decir, con dinero esta vez, no sólo para coger el metro de regreso a casa (casi ninguna tarjeta tenía saldo) sino para que al día siguiente nos sirviera para coger el tren a Sintra. 

Esa noche los niños/as cenaron pizza y nosotros optamos por picar alguna cosa en la casa. Estábamos cansados y al día siguiente tocaba una excursión, que al final, no salió todo lo bien que hubiéramos querido.

A dormir.

 

Día 4. Miércoles 21 de agosto

Sintra, Palacio da Pena, Alfama, fados

A las 09.30 h cogimos nuestro tren hasta Sintra en la Estación de Rossio. Validamos la tarjeta Viagem y en unos 40 minutos llegamos a la estación término de Sintra.

Estación de Rossio

 Muchos guías, particulares y de empresas privadas, nos "asaltaron" nada más salir de la estación para vendernos varios paquetes turísticos. Casi todos eran en tuc-tuc, como el de recorrer tres palacios y comida, o ver uno por dentro con guía. Hasta regreso en barca por el Tajo llegaron a ofrecernos. Sin lugar a dudas, el reclamo turístico de Sintra es excepcional, sobre todo, por sus palacios y nobles edificios,  como el Palacio da Pena, la Quinta da Regaleira, el Palacio Nacional de Sintra, el Palacio de Montserrate o el Castelo das Mouros. En torno a los 25-30€ por persona costaba la excursión, que declinamos, si bien, posiblemente nos equivocamos.

Paseamos un rato por la ciudad, nos tomamos un café mientras decidíamos qué hacer, y finalmente, optamos por coger el autobús turístico nº 434 que nos llevaba a la puerta del Palacio da Pena, ya que consideramos que era la visita más importante de las que podíamos hacer.

Algo caro, unos 6.5€ por cabeza, tardamos ¡¡1 hora y 30 minutos!! en subir hasta el Palacio en un recorrido de no más de 15-20 minutos, y además, en un bus hasta los topes de gente. Fue desesperante, parándonos cada 5 minutos en una estrecha carretera por la que también subían calesas, otros autobuses, tuc-tucs y coches particulares. Un infierno. Hasta que por fin llegamos.

Nada más bajar vimos largas colas: a la derecha para entrar en el Palacio y a la izquierda para visitar sólo los jardines. Por la hora, y porque estábamos ya bastante cansados, optamos por pagar los 20€/pax para ver jardines y el palacio por el exterior.



 El palacio, de colores intensos, almenas, troneras y murallas de película, está sobre la cumbre de una alta y frondosa colina al que, ni que decir tiene, se accede por empinadas rampas.


 Nada más llegar vimos una larga y lenta cola para acceder al interior. Nosotros nos quedamos por fuera, deleitándonos de las vistas que teníamos delante: al oeste el océano Atlántico y al este frondosos bosques. El Palacio-castillo por fuera lo vimos con detenimiento, recorriendo todos los pasajes, almenas y pasadizos, y por supuesto, recogiendo esos magníficos momentos y esas preciosas imágenes en videos y fotos.

En una cafetería del Palacio nos tomamos una fría Sagres con unas patatas fritas que nos supieron a gloria, y continuamos la visita, ahora, recorriendo los extensos y verdes jardines del palacio.  


 Todo cuesta abajo, entre grandes coníferas, plantas y hermosas flores, hasta que llegamos a la salida del jardín y cogimos de nuevo el bus que nos llevaría a Sintra. 


Esta vez bajamos más rápido, fuimos a la estación del tren y marchamos a Lisboa, no sin antes tener un percance con la tarjeta de M Ángeles, que no funcionaba y a punto estuvo de quedarse sola en la estación 😅😅.

Como una anécdota más de nuestro viaje, el trayecto de vuelta a Lisboa suponíamos que finalizaba en la estación de Rossio, pero nos equivocamos. Mi sobrino Sergio miró el plano de paradas del vagón y comprobó que no pararíamos en Rossio, sino en Santa Apolonia, a las afueras de la ciudad. Teníamos que haber parado en la estación de Benfica y haber hecho un transbordo hacia Rossio. Y así hicimos entre risas. 

Eran las 17.30 h y no habíamos comido todavía. Barajamos varios sitios y elegimos un clásico y centenario restaurante, que si no hubiera sido por la hora, nos hubiera sido imposible sentarnos en su interior. Estoy hablando del Beira Gare



Este centenario restaurante, sirve las bifanas desde 1890. Un bocadillo relleno con varias chuletas de cerdo marinadas, que en el Beira Gare se servía con mostaza. Cierto es que en Lisboa se pueden degustar estos bocadillos en muchos sitios, aunque el más clásico y veterano era éste. Un lugar siempre abarrotado, pero que a esas horas disponía de algunas mesas en su interior. Unas frías cervezas y bifanas para todos, paliaron 👌 el hambre que teníamos.

De camino al apartamento compramos algunas cosas en el supermercado, y nos preparamos para afrontar lo que sería una mágica noche en Alfama. Uno de los barrios más antiguos de Lisboa y con más encanto. Repleto de empinadas cuestas y calles repletas de cafeterías y pequeñas tiendas. Y aunque parezca mentira, el histórico tranvía n.º 28, siempre repleto de gente, pasa entre sus angostas calles. Pero es que, además, también el barrio alberga la catedral, la llamada Se, y dos de los miradores más bonitos: el de Gracia y el de Santa Lucía. 

Era nuestra intención dejar a los niños en el apartamento y salir las dos parejas a un Fado a cenar, pero finalmente optamos por ir todos, previa reserva en un restaurante recomendado para familias. Y acertamos. Así que tras un rato en el piso y arreglarnos, partimos a Alfama.

Desde la plaza de Martin Moniz, subimos por unas escaleras mecánicas (sólo funcionaban la mitad) un gran desnivel hacia el extremo del barrio de Alfama, según nos había informado un amable lisboeta cuando preguntamos cómo ir. Unas cuantas preguntas a vecinos para orientarnos y comenzamos nuestra ruta. 

Ya estaba anocheciendo y el bullicio en el barrio era más que evidente. Paramos en un pequeño bar con barra en la misma puerta, y tomamos unas cervezas y algún licor de cereza, mientras los restaurantes  de alrededor ya comenzaban a llenarse.


 Pasamos por la catedral, que vimos desde fuera, y seguimos callejeando por el veterano barrio de calles estrechas y poca luz; sin duda, un verdadero viaje en el tiempo. Mientras caminábamos, lastimosas voces de fado surgían del fondo de los restaurantes, envolviéndonos en un ambiente mágico.

La mesa la teníamos a las 10 de la noche, pero como fuimos algo temprano nos paramos en un pequeño parque a tomar una sagres en un humilde bar. Los niños entre risas y móviles, y nosotros sentados en unas desvencijadas sillas, al tiempo que tristes melodías inundaban el barrio. Sin lugar a dudas, unos de los grandes momentos para recordar.

Alfama

Cenamos en un nuevo fado, "para familias", que decía la publicidad, previa reserva ese mismo día. No era muy grande, acogedor, pero sin ventilación ni aire acondicionado. La mayoría pidió carne, que regamos con cerveza local y vino verde, y de inmediato, un trío de guitarras lastimosas comenzaron a tocar fados. Varios cantantes fueron alternándose durante toda la noche, haciendo de la cena una noche preciosa. Por lo visto, los y las cantantes van rondando por los bares durante la noche: jóvenes, mayores, y hasta la dueña se arrancó un par de veces con una grave y profunda voz.




Día 5. Jueves 22 de agosto

Tramvía 28, mercado Campo de Ourique, miradores, últimos paseos por Lisboa

 A las 9.30h ya estábamos en la plaza de Martim Moniz  para coger el Tranvía nº 28 que nos daría un recorrido por lo más emblemático de Lisboa. En esta plaza empieza el recorrido de este vagón amarillo de 1914 que se ha convertido en toda una atracción turística, pese a que sigue siendo una medio de transporte para todo el mundo. Siempre está lleno, por lo que tuvimos que hacer una hora de cola en la plaza para poder hacer el recorrido sentados en el Tranvía. 

Como curiosidad, al empezar a subir la gente al "Electrico", no permiten que se llene, porque sigue siendo un medio de transporte para los lisboetas y no puede estar monopolizado por los turistas. Si lo llenaran al principio, no serviría para transportar al personal de un sitio a otro y perdería su esencia. 

 

👍 De interés

El tranvía enlaza la plaza de Martim Moniz con la Av. Almirante Reis que cuenta con varias paradas del nº 28. Si no quieres hacer cola y te da lo mismo y ir de pie, se puede subir al tranvía en poco tiempo.


 Este antiguo vagón amarillo, convertido en un icono de Lisboa, recorre los barrios típicos de la ciudad, subiendo y bajando las empinadas y sinuosas cuestas de la parte más antigua de Lisboa.



Optamos por bajar en la plaza de Luis Camoes y coger otro tranvía que nos llevaría al mercado de Campo de Ourique, algo alejado del centro de la ciudad (R. Coelho da Rocha 104, 1350-075 Lisboa).


Este mercado, que no está tan masificado como otros, atrae a un gran número de turistas. Además de su tradicional venta de productos frescos, se han establecido varios restaurantes y chefs de renombre, convirtiéndose la antigua lonja mayorista en un excepcional mercado-gourmet, en el que probar, además de cocina portuguesa, productos de otras partes del mundo.

 

Pasta, arepas, ensaladas, carnes, quesos, sepias planche y la sempiterna Sagres, nos hicieron disfrutar de una forma de comer distinta y tan de moda en muchas ciudades española, como Madrid o Alicante.

Buscando una parada de bus o tranvía para volver al centro, nos topamos con una esbelto templo: la basílica de la Estrela, que visitamos unos minutos.

Un autobús nos dejó en la plaza de Rossío. Aún teníamos que subir hasta el mirador de Santa Lucía, uno de los más bellos de la ciudad.

Pudimos haber subido a la colina en bus o tranvía, pero optamos subir por la vía Limoeiro, que deja a la derecha la catedral, hasta alcanzar el famoso mirador, aunque antes entramos a la Sé, en la catedral románica de Santa María la Mayor construida en el siglo XII. En su interior conserva un artesonado claustro con restos árabes, romanos y medievales que no llegamos a ver, al igual que un valioso tesoro en la parte superior, con cuatro salas repletas de ropajes antiguos, joyas y reliquias.

 La catedral. La Se


Llegamos al mirador a media tarde. Las vistas, asombrosas, con el Tajo enfrente y el barrio de Alfama a nuestros pies, aparte de varios e importantes edificios singulares.

Quizá no tenga las mejores vistas, pero su ambiente, el color de sus buganvillas o los bancos y paredes tapizados de preciosos azulejos, le infieren un aroma especial.

 Mirador de Santa Lucía

 Las vistas son, sin duda, lo que más va buscando la gente de este lugar, aunque también hay quien busca ese ambiente decadente que profieren tantos lugares de la capital lusa.

Desde aquí subimos más cuestas hasta alcanzar un nuevo mirador, el mirador de Gracia, con menos gente que el anterior, pero con más espacio para sentarse un rato, acaso, a tomarse algo en una de sus cafeterías. 

 Mirador de Gracia

Este mirador da al centro de la ciudad, dejando a la izquierda el castillo de San Jorge, que no visitamos en nuestro viaje. Desde arriba las vistas también eran espectaculares: Rossio, Plaza Figueira, Baixa, el río y el puente colgante al fondo, y más allá, el Atlántico.

Algo cansados de tantas cuestas, bajamos casi en línea recta hasta la plaza de Martim Moniz, por unas calles repletas de tiendas de souvenirs. Ya estábamos llegando al final de nuestro viaje, de manera que aprovechamos para hacer las últimas compras, que incluían, como no podía ser de otra forma, recuerdos típicos y tópicos de Lisboa.

En un súper compramos algo para cenar y nos fuimos al apartamento a pasar la última noche en Portugal. Quesos, algo de embutido y variadas latas en conserva, muy típicas en esos lares, de atún, caballa o sardinas, completaron una estupenda cena en la pequeña terraza al aire libre que disponía nuestra casa. 

A dormir. A las 10 h del día siguiente volveríamos a España.

 

Día 6. Viernes 23 de agosto

Vuelta a casa

 Desayunamos con tranquilidad. Mi cuñado y yo recogimos el coche  del parking y fuimos directos a por nuestras familias. Sin dilación, salimos en dirección al puente Vasco de Gama que nos dirigiría a la A6 para salir de Portugal.

Varias paradas a tomar cafés, y demás, a poner gasolina y a comer, dieron por finalizado un fantástico viaje familiar. 

Y ahora, a pensar en el siguiente.