Seguidores

jueves, 4 de julio de 2013

VIAJE A AMSTERDAM. HOLANDA. Del 5 al 8 de diciembre de 2013.

VIAJEROS: Felo, Inma, Ángel, Susi, Vicente, Gemma, Antonello, Rosa, Carlos y Mª Geli
DÍAS: Del 5 al 8 de diciembre de 2013
HOTEL: City Hotel Amsterdam. Prins Hendrikkade 130. Mapa
Prins Hendrikkade 130, Centro de Ámsterdam, 1011 AP Ámsterdam
TRANSPORTE: Ida: Alicante-Schiphol, Jueves 05 de diciembre a las 20:55
                                           Vta: Schiphol-Alicante, Domingo 08 de diciembre a las 17:30
                         


PREPARATIVOS

De nuevo nos ponemos en marcha en un nuevo viaje que nos llevará al país de los tulipanes, a Holanda, aunque bien es cierto que esta vez no hemos tenido complicado elegir destino, pues prácticamente era el único que se ajustaba a nuestros exigencias de salir un jueves por la tarde y volver un domingo, también a media tarde. De todas formas, tarde o temprano habríamos visitado este pequeño país co-fundador de la UE. Como novedad, esta año tendremos dos nuevos viajeros y buenos amigos: Carlos y Mª Geli.



El vuelo no nos ha costado muy caro, aunque sin duda no ha sido una ganga. Un precio aceptable y asumible totalmente, pero muy alejado de esos precios de antaño de 10€ el trayecto. Sin embargo, el hotel deberá esperar unos días, pues todavía a principios de julio los estamos "viendo". Sin duda, un hotel que cumplirá con los parámetros de exigencia que siempre intentamos encontrar, es decir: céntrico, limpio y con desayuno, y claro está, que no sea muy caro.

Ya tenemos en nuestro poder la confirmación de la reserva y el e-ticket, con el que deberemos acudir al mostrador de facturación en el aeropuerto para facturar maleta y recoger las tarjetas de embarque, pues no podremos emitirlas nosotros hasta 15 días antes, como otras aerolíneas, si facturamos equipaje.  
Por lo que ya estamos viendo, en cuanto lleguemos al aeropuerto de Schiphol y recogamos maletas, deberemos guiarnos por las indicaciones que nos lleven a la estación el tren, aunque antes deberemos sacar en taquilla o en las amarillas máquinas expendedoras, los billetes -3.80€- que nos lleven en 15 minutos -HORARIOS AEROPUERTO AMSTERDAM- a la Estación Central. Una vez allí, y si no hay ningún inconveniente, caminando llegaremos a nuestro hotel en no más de 10 minutos. Para la vuelta deberemos acudir a las máquinas que hay a la izquierda de la entrada principal, junto a "atención al cliente" y sacar de nuevo el billete de vuelta.

Manejamos una selección de 5 ó 6 hoteles que mejor se ajustaban a nuestras necesidades: céntricos, con desayuno y limpios, es decir: buenos, bonitos y baratos, si bien, al final redujimos la lista a los 2 ó 3 que mejor impresión y comentarios mostraban algunos foros y webs de reservas como booking o Edreams. Finalmente elegimos el City Hotel Amsterdam que, cumpliendo nuestras preferencias, estaba a menos de 10 minutos de distancia de la Estación Central. Ubicación en GOOGLE MAPS.
Para mayor info de nuestro destino, tenemos a nuestra disposición:
holandalatina
Iamsterdam.com 
Amsterdam.info
Disfrutaamsterdam.com  
Visitar Ámsterdam 
holland.com

Y como siempre, enlazamos con algunas webscam de interés para ir viendo, y que nos vean cuando lleguemos, cómo es y cómo está la ciudad:
Koningsplein webcam, Amsterdam
Webcam.nl
Earthcam.com. Holanda  
Plaza DAM

Amsterdam es una de las ciudades que menos dejan indiferentes al viajero. Un ciudad cargada de historia, con uno de los centros históricos mejor conservados de Europa y con una gente amable y abierta, que se puede ver en alguno de los gratuitos tours que organiza la empresa Sandemans. Seguro que no nos aburriremos entre la infinidad de atractivos, museos, paseos y canales que nos ofrecerá la capital orange. El qué ver y hacer en Amsterdam, sin duda, será una buena selección. De igual modo, dependerá de nuestro tiempo y predisposición el que nos hagamos con la Holland Pass, la tarjeta que, dependiendo de los días y "cosas" que queramos ver, nos incluye las entradas a museos, descuentos y el transporte público (de 31 a 64€) en la capital naranja y en otras ciudades holandesas.
El turista también cuenta con otra tarjeta, la Iamsterdam Card que, parecida al anterior, ofrece otros atractivos al turista, aunque solo se puede utilizar en Amsterdam. Igualemente y, dependiendo de cómo gestionemos nuestro tiempo, decidiremos visitar alguno de los pintorescos pueblecitos cercanos a la capital naranja, como Edam -bus 118-, Volendam -Ed/Vol bus110-, Marken o Zaanse Schans -este último en tren-. Junto a la Estación Central salen autobuses de la empresa Arriva hacia estos pueblos con una frecuencia de media hora. Hay un billete especial, el Waterlandticket, que cuesta unos nueve euros por persona y que se compra en el propio autobús, con el que se puede viajar durante todo el día en estos autobuses por los pintorescos pueblos de Edam, Volendam y Marken.

Lo que sin duda sacaremos será alguna tarjeta o bono de transporte de la empresa GVB que nos permita movernos por la ciudad con comodidad y rapidez. Como en la mayoría de países del norte de Europa, el transporte en Amsterdam es cómodo, rápido y puntual; con una red de metro de solamente 4 líneas, ya que la capital apenas supera las setecientas mil personas.  El uso de la tarjeta de transporte OV incluye utilizar el metro, autobús y tranvía. Hay tarjetas de 24h (7.50€), 48h (12€), 72 horas, etc, que se pueden comprar en las estaciones y hasta en supermercados. 

Otro de los aspectos que más nos gusta y divierte cuando visitamos un país es, sin duda, su gastronomía. Holanda, cómo no, conserva una cocina tradicional que se está promoviendo desde hace unos años en muchos restaurantes de sus grandes ciudades, como Amsterdam. Algunos de los platos típicos holandeses son el "stamppot", o lo que es lo mismo, un puré de patatas con verdura acompañado de salchicha ("stamppot boerenkool" si lleva repollo), el afamado "hutspot" que es algo parecido a un potaje con carne zanahorias y cebolla, o el Erwtensoep, un contundente plato de sopa de guisantes típica de Holanda. Otro plato típico lo encontramos en el "draadjesvlees", es decir, un tierno estofado de vaca con clavo y laurel. Y por supuesto, no podemos olvidar la gran variedad de quesos y cervezas holandesas, de mejillones hervidos y frites (patatas fritas) que a buen seguro probaremos, aunque no creo que nuestro amigo Ángel pruebe ningún queso.



Guías de restaurantes encontraremos en muchos sitios, de cocina tradicional o económicos, (económicos II), pero sin duda también será interesante ir algún día a la aventura, perdernos por las calles de Amsterdam hasta dar con el típico restaurante -como el Haesje Claes- al que acuden nativos y residentes, donde probar la cocina realmente holandesa y pagar un justo precio y no uno de turista. O no. Pero además de la cocina tradicional holandesa, la foránea también está presente en los restaurantes de la capital, sobre todo la la indonesia gracias a las relaciones que, siglos atrás, el reino holandés mantuvo con este país del sureste asiático a través de la Compañía de las Indias Orientales. Y como plato estrella de la cocina indonesia, sin duda, el Rijstafel, convertido en un plato típicamente holandés que a buen seguro degustaremos en alguno de los restaurantes indonesios que pueblan la ciudad como el recomendado Aneka Rasa.



DIARIO DE VIAJE
Plano turístico de Amsterdam


Día 1. Jueves 5 de diciembre
Llegada a Amsterdam. Primer contacto con la ciudad y alojamiento

Llegó el día esperado. Tantos días y meses preparando el viaje, que por fin nos vamos a Amsterdam, aunque algo acatarrado. De nuevo listos para cargar pilas y conocer otro país; no como turista, sino como viajero, pues intentamos apartarnos de las guías turísticas y excursiones organizadas, de los menús turísticos y visitas guiadas, e intentamos aprender de su cultura y arte, su arquitectura y gentes, su gastronomía y.... su clima. De todas formas, sabemos que la experiencia será muy provechosa y lo pasaremos fenomenal, como siempre.
Quedamos en el aeropuerto a las 18.30 horas, tras haber dejado los coches en un cercano, económico y cómodo parking privado. Facturamos, pasamos el control de policía y nos sentamos en unas mesas dispuestas frente a varios restaurantes, donde más adelante cenamos y tomamos unas cervezas. El viaje ya había comenzado. Risas, bromas, agradable tertulia y comentarios sobre el nuevo destino: qué hacer, dónde ir, qué visitar, etc. 



El vuelo lo teníamos programado para las 20.55, pero se retrasó una hora porque habían cerrado el aeropuerto de Shiphol  debido al mal tiempo. Por unos momentos la cancelación del vuelo surgió en nuestros pensamientos. Finalmente nos enteramos de que no hay más problemas y el avión saldrá, eso sí, con una hora de retraso.
Esperando la salida
¡Ready!



















 En esas primeras fotos del viaje, estamos a punto de salir hacía la capital de los Países bajos. Todavía vamos con mangas de camisa y poco abrigados... Aún no sabemos lo que nos espera y todavía desconocemos el frío que vamos a pasar.
A las 22 horas despegamos en un modernísimo 737 Next Generation de Transavia con rumbo norte, sentándonos en los asientos que nos habían asignado previamente en los mostradores de facturación. Ya habíamos cenado, por lo que dedicamos el vuelo a charlar, leer o dormir, hasta que a las 00.30 h -2 horas y media de viaje- y, tras un "movidito" aterrizaje, llegamos al aeropuerto internacional de Schiphol. Recogimos las maletas y nos dirigimos a un punto de información para preguntar por los trenes con destino a la capital, pero el siguiente salía a las 2 de la mañana -a partir de las 12 la frecuencia es horaria-.



Era la una y diez, aproximadamente, de manera que salimos del aeropuerto y nos dirigimos a los andenes de autobuses del aeropuerto para intentar coger uno que nos llevase a Central Station y no esperar hasta las 2. A partir de ese momento comenzamos a darnos cuenta del tiempo que nos esperaba: frío, mucho frío, y un poco de lluvia y nieve. 
En el avión, antes de despegar
Recién aterrizados







Ventisca, frío y nieve a la llegada al aeropuerto de Schiphol





El autobús que debería habernos dejado en la Estación Central nos dejó, finalmente, en el barrio de Liedsplain, a unos 4 km del hotel, y a una media hora, o más, caminando bajo la nieve, el viento y el frío. De alguna forma nos equivocamos de autobús, por lo que optamos decididamente por coger dos taxis. Eran las dos y media de la madrugada cuando hicimos en check-in en el City hotel Amsterdam, nos asignaron las habitaciones y nos fuimos a dormir. 
El día había sido ajetreadro, es más, las cosas no estaban saliendo como lo habíamos planeado al perder el tren de la una por diez minutos y equivocarnos de bus, sin embargo, las ganas de pasarlo bien continuaban intactas.


Día 2. Viernes 5 de diciembre
Amsterdam. Centro y casco histórico. Plaza Dam, Mercado de las flores, Iglesia nueva, calles comerciales, Beghinjoff, museos.


Entrada al hotel
Comedor

























Como nos habíamos acostado algo tarde, rondando las tres de la mañana, decidimos quedar a desayunar a las 9, cuando solemos hacerlo media hora antes, aunque Inma y yo, como ya es habitual, nos levantamos un poco antes para recorrer el barrio en el que estábamos y empezar a situarnos. El hotel nos gustó y sorprendió a todos. Limpio, moderno, buena atención y con un bar junto a Recepción, donde más de una cerveza nos tomaríamos. 
El desayuno, aceptable. Café con leche, chocolate, fiambre, huevos duros y tostadas. Con renovadas fuerzas y muy abrigados, salimos a la calle con ganas de recorrer la ciudad, aprender de ella y comprobar si, efectivamente y como tanta gente afirma, es una de las ciudades más liberales, limpias, culturales y atractivas de Europa. 
Sería las 9 de la mañana cuando nos pusimos en marcha el grupo de 5 parejas que formábamos esta vez la expedición, más nuestro amigo Sergi Migallón, hermano de Vicente, que se acercó desde su residencia en Bruselas a pasar un día y medio con nosotros. El día amaneció nublado, con mucho frío y viento. No llovía mucho, pero sí caía algo parecido al granizo, no tan duro, y similar a las bolitas de corcho blanco, que resultó ser un tipo de nieve granulada, también llamada cinarra. El cielo estaba muy oscuro y el viento soplaba con fuerzas, pero nuestra ilusión y predisposición a pasarlo bien, a conocer la ciudad, era más fuerte que el viento.
 

















Amanece en Amsterdam en la foto de la izquierda. Era el día de San Nicolás, el Sinterklaas holandes, patrón de la ciudad de los tulipanes, pero también de la nuestra, Alicante. A la derecha, las chicas preparadas para comenzar a caminar muy bien abrigadas.



Con algún callejero y la guía visual de El País Aguilar, comenzamos a caminar con un recorrido que ya habíamos fijado, más o menos, y que intentaríamos ejecutar: plaza Dam, Catedral, Begijnhof, Mercado de las Flores y por la tarde el Rijmuseum.
Mención aparte el tema de las bicicletas. Hay tantas como habitantes tiene Amsterdam, unas 650.000. Todo el mundo va en bici y las ves aparcadas en cualquier lado, y por supuesto, en enormes y extensos aparcamientos. Toda la ciudad está recorrida por un doble carril bici, y si no lo hay, circulan por la carretera. El uso de la bicicleta lo tienen tan asumido que, incluso en algunos sitios, tienen preferencia de paso sobre las personas. Nosotros valoramos la idea de montar algún día, pero... declinamos la propuesta.


Aparcamiento de bicis cerca del hotel
Llegamos hasta la Central Station y giramos a la izquierda por la populosa calle Damrak, la arteria que penetra hasta el corazón de la ciudad y que nos llevaría a la plaza Dam, la plaza por excelencia de la capital. En este lugar encontramos el monumento a los fallecidos en la 2ª Guerra Mundial, pero también el Palacio Real y la Nieuwe Kerk, es decir, la Iglesia nueva, aunque del siglo XV y consagradas a Santa María y Santa Catalina. Entramos, pero al comprobar que teníamos que pagar unos 15€ salimos de nuevo y reanudamos el tour. Justo al lado vimos y fotografiamos la residencia de los reyes holandeses: el Palacio Real, que sinceramente nos defraudó, al menos, la fachada exterior. Del siglo XVII es usado para las recepciones oficiales y la entrega de varios premios de carácter internacional. 





A la izquierda el Palacio Real y al fondo a la derecha la "Iglesia nueva"
Palacio Real
Continuamos por la bulliciosa y comercial kalverstraat, peatonal y repleta de tiendas, desde pequeños comercios hasta los habituales Zara, HyM y demás. Aquí comenzamos a ver las deliciosas tiendas de queso -kaas en neerlandés-; un verdadero placer para los amantes al queso como yo, puesto que al entrar te dan la oportunidad de probar ¡todos los quesos! De entre los más 20 quesos que se ofertan de todo tipo, con hierbas, trufas, vaca, oveja, hortalizas, fuertes, suaves, etc, puedes probar todos. Pero no un poquito como aquí, si no que te encuentras bols repletos de daditos de queso que, curiosamente, lo condimentan con todo tipo de mostazas. Nosotros entramos en la tienda de Henri Willis Cheese, en la misma Kalverstraat, convertida en una cadena de queserías por todo el país, si bien, no es la única, obviamente.

Al llegar a la intersección de la calle Spui, giramos a la derecha hasta la plaza Spui con la intención de entrar en el Begijnhof, pero antes quise probar la gastronomía neerlandesa en forma de arenque encurtido con cebolla picada y pepinillo, el tentempié por excelencia de los nativos.
Probando el arenque con cebolla y pepinillos
El Begijnhof es un remanso de paz, un tranquilo rincón en medio de la ciudad. Es un área cercada por antiguos edificios, fundado en 1346, en el que residen las "beguinas": mujeres solteras o viudas dedicadas a la oración, el cuidado de enfermos y las obras de caridad. Es una orden de mujeres que no toman todos los votos que sí cumplen el resto de monjas, como el del matrimonio. En Europa todavía persisten algunos beatarios más, como el que pudimos ver hace unos años en Brujas, Bélgica.
Se accede por dos puertas, una frente a la plaza y otra por el callejón de la derecha. El interior te traslada a otra época, a otro lugar. No hay ruido y el tiempo parece haberse detenido.
Los chicos en el Begijnhof
Al salir giramos hacia el canal de Singel, el antiguo foso que envolvía la ciudad en el siglo XV, ahora relleno de agua, y llegamos al oloroso y flotante mercado de las flores. Y sí, he dicho bien, mercado flotante, porque las tiendas de flores, aunque dan todas a la calle, están sobre barcazas. Además, en estas tiendas también se puden comprar todo tipo de regalos y souvenirs; incluso semillas de marihuana de varias clases y procedencias.


 

 











Desde el puente que cruza a la cera del mercado, el Munttoren, en la plaza Muntplain, observaremos unas espléndidas vistas del mercado de las flores. Aparte de bulbos, semillas, flores y demás, también encontraremos todo tipo de recuerdos y regalos para llevarnos a casa. Además, toda la calle está repleta de tiendas de regalos y alguna quesería que hará las delicias de a más de uno. Desde luego, plenamente recomendable.

Las primeras beers
Entrada al restaurante



















Eran cerca de las 2 de la tarde y teníamos que comer, pero antes nos tomamos unas cervezas en una cervecería cercana a la Plaza Dam, donde nos relajamos, descansamos y entramos un poco en calor.
Llevábamos varias referencias de restaurantes de comida local, incluso de un recomendable y económico buffet, La Place, aunque finalmente nos decantamos por el conocido Haesje Claes, uno de los mejores restaurantes para degustar la cocina tradicional holandesa.
 

Por suerte, uno de los camareros era un agradable y simpático venezolano que nos ayudó a elegir algunos platos de la cocina tradicional danesa, que era lo que buscábamos. Para empezar degustamos un surtido de ahumandos (anguila, caballa, arenque, salmón, camarón, etc) y otro de frituras y patés.
 
Ahumados
Frituras y patés



















Si bien algo escasos, estas degustaciones nos encantaron, sobre todo los pescados ahumados que regamos con varias pintas de cerveza local. La caballa, pero sobre todo la anguila ahumada estaban buenísimas.
De segundo la mayoría nos decantamos por platos tradicionales como el Stampot, o algún pescado del mar del norte. Yo probé el primero. Un plato contundente, sabroso y abundante, consistente en un puré de patata con chucrut -puede ir también con col- verduras, salchichas y algo parecido a una pelota de carne. Muy bueno.
Stampot
Foto de familia en el Haesje



















 Un café y una invitación de ginebras holandesas (esta bebida es una invención neerlandesa) dio por concluido un confortable y cálido almuerzo.
Camino del Rijkmuseum
Continuaba el frío y el viento, aunque vimos al atardecer algún rayo de sol. No obstante, a partir de las 5 de la tarde ya era casi de noche. Enfilamos la bulliciosa y animada calle Leidsestraat, en pleno barrio de Leidsplain, repleto de restaurantes, cafeterías y comercios. Curiosamente, la noche anterior el autobús que nos trajo del aeropuerto nos dejó por esta zona. Al llegar al gran canal de Singelgracht, giramos a la izquierda y enfilamos una amplia avenida hasta el Rijkmuseum por la tranquila calle Stadhouderskade. Al museo llegamos poco antes de las cinco de la tarde, y nos enteramos que cerraban a las cinco en punto, por lo que no pudimos entrar, posponiendo la visita para el día siguiente.


Vista frontal del museo



Entramos de todas formas a este grandioso museo de prestigio internacional, que durante años ha estado de obras y que alberga las mejores colecciones de Rembrant del mundo, y algún Van Gogh. El interior está iluminado por grandes ventanales que dejan entrar la escasa luz solar del que dispone el país a lo largo del año, contando además, con espectaculares entramados aéreos que refuerzan los techos. Atravesando la pinacoteca llegamos a la calle del museo, la Museumstraat, en la que nos encontraremos uno de los iconos más conocidos y fotografiados de la ciudad, las palabras I AMSTERDAM.

Delante del famoso logotipo




Tras las fotos de rigor y un breve descanso, nos pusimos de nuevo en marcha. Caminamos hasta la Plaza Dam por céntricas y atestadas calles comerciales bien abrigados, bien pertrechados. Sin duda, no nos hacíamos al frío. Desde la Plaza Dam hasta la Estación Central había instalado un alegre y navideño mercadillo en el que comprar y beber todo tipo de productos locales, productos Dutch. La Navidad ya había llegado a Amsterdam. Las calles, escaparates y fachadas ya estaban iluminadas y engalanadas, y las tiendas estaban abarrotadas con potenciales consumidores navideños.

La animada Damrak con ambiente navideño

Giramos por Oudebrugsteeg, junto al embarcadero de barcos turísticos, y entramos de lleno en el mundialmente conocido barrio rojo. Sobran las palabras y comentarios para describir qué es o qué hay. El lugar en el que los marineros, siglos atrás, llegaban tras el trabajo en busca de la compañía de señoritas que se exponían tras pequeños ventanales iluminados ya de rojo. No obstante, toda la zona se ha convertido en un centro turístico, además de sexual, por excelencia. Cuando fuimos nosotros habían calles colapsadas, taponadas por la gran afluencia de grupos y excursiones que se acercaban a ver el ambiente, a ver los escaparates y vitrinas con chicas ligeras de ropa (fotos de google). Pero además, existen infinidad de sex-shops, museos eróticos y espectáculos porno para dar cumplido deseo a los gustos de todo el mundo. 

En un animado pub en pleno barrio rojo, café Pleinzich creo recordar, de estupenda música y ambiente, nos tomamos unas cervezas y descasamos un rato. No habíamos dormido mucho ese día y llevábamos varios kilómetros ya sobre nuestras piernas. En una costumbre que llevamos practicando desde hace años, en cada viaje nos llevamos unos frutos secos para ayudarnos a sorber las deliciosas cervezas locales, y éste no fue menos, claro, como buena muestra dimos por la noche en el hotel.


Tocaba hora de cenar, pero algunos no teníamos mucha hambre. Tras dar varias vueltas en busca de algún sitio donde tomar un sandwich o algo ligero, no lográbamos ponernos de acuerdo, hasta que al final dimos con un pequeño y confortable bar, el Prins Heerlijk, en el que los que quisieron pudieron cenar sandwiches y hamburguesas.

Serían las diez y media de la noche, más o menos, cuando regresamos al hotel con la intención de tomarnos unas cervezas en el bar. Descansados, cenados y ya sin abrigos y bufandas, nos divertimos analizando el día, contando anécdotas y planificando el día siguiente que sería, sin duda, muy excitante, con la visita a Edam y Volendam.

DÍA 3. Sábado 5 de diciembre
Edam, Volendam, centro de Amsterdam, compras y copas en el Barrio Rojo.



Desayunamos a las 8.30 todos juntos y a las 9 ya estamos en la Estación Central para coger un autobús que nos llevara a Edam, Volendam y Marken. Al estar la estación de autobuses cerrada por obras, cogemos un ferri gratuito que nos cruza a la zona norte de la ciudad, donde un bus nos llevará hacia el waterland, la húmeda "tierra del agua". Una extensa zona de tierra ganada al mar repleta de pólders y extensas y verdes praderas. Granjas de ganado, molinos, diques y canales, lagunas y el cielo siempre encapotado, recrean un bucólico paisaje que, para los que provenimos de secas tierras, nos parece sacado de un cuento -imágenes del Waterland de Google-.


Subidos al ferry
Este ferry -Buikersloterwegveer- se coge en la parte de atrás de la Central Station, atravesando el canal IJ que separa la ciudad de la zona norte. Zarpa de la plataforma 7 y circula todo el día, cada 7 minutos por el día y cada 15 por la noche, en un trayecto que no dura más de 5 minutos.
La idea era coger el waterlandticket en el propio autobús (el 110 ó 118), que por 9.50€ nos permitía recorrer toda la zona en bus. Sin embargo, como el chófer no tenía tickets, nos permitió viajar gratis, pensando que a la vuelta tendríamos que abonarlo de todas formas. El cielo estaba nublado y chispeaba. A través de la ventana nos deleitamos del paisaje, de los colores, hasta que en poco menos de 20 minutos llegamos a Edam, conocido por sus sabrosos quesos

 El Waterland

Edam es un remanso de paz. No circulan coches, apenas hay comercios y poca gente deambula por sus calles. Sus casas de dos platas y techos a dos aguas, parecen sacadas de un cuento, por no hablar de sus coquetos puentes de abertura manual. 
En una panadería probamos dulces y panes típicos de la zona, la mayoría de semillas y otros cereales como el centeno, que estaban de maravilla.

 















 

El pequeño pueblo está atravesado por canales y diques que se atraviesan por pequeños y antiguos puentes, como el de la izquierda, que antiguamente se abrían estirando de robustas cadenas asidas a un extremo.
Aparte de disfrutar del momento, del sitio, de las vistas, poco más teníamos para ver, por lo que decidimos marchar hacia Volendam en bus, pero Sergi nos aconsejó ir andando. Al principio nos pareció algo descabellado al estar a unos 3 ó 4 km, además de la amenaza constante de lluvia.


Y nos convenció. Fue una caminata sorprendente -mapa del recorrido-, agradable y preciosa, en la que nos encontramos un molino y caminamos por enmedio de los pólders y las extensas y verdes planicies. Un acierto, sin duda. Durante este recorrido comprobamos la existencia de grandes lagunas artificiales, junto a las praderas, para almacenar los excedentes de agua,  las abundantes aguas o las subidas del nivel del mar. Holanda lleva siglos luchando contra el mar, domesticándolo y haciéndolo habitable ganando tierra al mar, por lo que son pioneros en los sistemas de esclusas y diques que evitan las inundaciones.
Molino de camino a Volendam


Paisaje que nos acompañó durante todo el trayecto
En poco más de hora y media llegamos a Volendam (video) cuando empezaba a chispear débilmente. Una rápida visita a la Oficina de Turismo y otra, no tan rápida, al Pub y restaurante Amvo, a la entrada del caso antiguo. Calientes cafés para unos y frías cervezas para otros, sirvieron para tomar un poco de aliento y tomar un ligero tentenpié antes de seguir la visita. De camino al puerto recorrimos un animado mercadillo en el que no faltaba el puesto de Kaas (quesos) y hasta el de churros y algo parecido a gordos buñuelos rellenos de pepitas de chocolate y pasas.
Era muy parecido a Edam, bueno, a la mayoría de pueblos. Casas de madera y piedra, de dos alturas y techo triangular. Recubiertos con una patina de moho, con olor a piedra y humedad, y algo muy curioso, con grandes ventanales y sin cortinas para aprovechar al máximo la luz solar (otros dirán que debido a su legado y tradición calvinista) y con lámparas de luz tenue que conferían un agradable y confortable ambiente. El problema era la intimidad, pues todo el mundo ve y cotillea lo que hay en el interior de cada casa. Como curiosidad, nos llamó la atención la perfecta y armoniosa decoración de todas las casas, de ambiente navideño y con las mesas del salón perfectamente decoradas. 
Callejeando por estrechas callejuelas llegamos finalmente al puerto que estaba repleto de tiendas y restaurantes, de turistas y viajeros.



Puerto pesquero

Paseo marítimo Volendam


















 Sin duda, uno de los mejores días: la visita a Edam y Volendam.





Puerto Volendam
Arenque con cebolla



















A mi personalmente me encantó el alargado paseo que daba al mar. Muy comercial y turístico, eso sí, pero me encantó. Visitamos una quesería y su museo, algunas tiendas y hasta bajamos a la orilla a tocar el agua. Delante de nosotros, el antiguo mar domesticado, el Iljmeer, el lago de Ij. Es la parte interior del Markermeer, que es un lago artificial ganado al mar gracias a la acción de poderosas esclusas mar adentro.

Sobre la una y media analizamos la conveniencia de coger un ferry hasta Marken. Era el último, ya que no había línea por la tarde, pero desechamos la idea dada la hora. Si hubiéramos ido, quizá no hubiéramos podido comer en el único restaurante de Marken, además, según nos habían contado, no valía mucho la pena si ya habíamos visitado Edam y Volendam.
Quesería de Volendam con museo y fábrica.
A la hora de comer optamos por el Café Centraal, que ofrecía un fish&chips y cerveza por 11€. En una alargada mesa central y casi en penumbra, dimos buena cuenta del pescado rebozado y varias pintas, con una vista sensacional del mar del sur: el otrora mar que teníamos en frente y ahora convertido en un extenso lago dulce. Seguía nublado, pero sin llegar a llover, y con frío, mucho frío. El interior del Café era cálido, aunque al principio no olía muy bien, todo de madera, de ambiente agradable y todo decorado de navidad. Un café para finalizar y salimos a seguir recorriendo el pueblo. 



Paseando por Volendam

Fish&Chips en el Café Centraal
Casitas típicas de Volendam


Un confortable paseo nos ayudó a bajar mejor la comida, hasta que decidimos volver a Amsterdam en bus. El billete de autobús costaba unos 7€ por persona, de manera que, contando que el waterlandticket costaba 9.5€, y no lo habíamos sacado por la mañana, nos ahorramos unos 2.5€ cada uno.
En media hora arribamos a la Estación Central, previo transborde en ferry. Eran las 17.30 y decidimos ir de compras por separado, como siempre hacemos una tarde cuando estamos de viaje, quedando en el hotel a las 20.30. Pasamos un momento por el hotel a cambiarme de calzado y dejar la mochila, y nos dirigimos al Mercado de las flores a comprar algunos souvenirs y por supuesto, un queso casero Gouda que estaba delicioso. Al igual que ya nos sucedió en otros viajes, por el camino, en el Mercado de las flores o en la comercial calle Kalvestraat, nos encontramos con todo el grupo que seguía de compras.
No eran todavía las 8 y ya estábamos en el hotel, bueno, estabamos ya todos prácticamente. 

 Palacio Real
Nuestro destino era nuevamente el animado Barrio Rojo, que al ser sábado noche estaba a rebentar de gente curioseando los escaparates de señoritas, buscando restaurante o, simplemente, de marcha. Hay infinidad de restaurantes de todo tipo, pizzerías, mexicanos, argentinos y sobre todo, del sureste asiático como chinos, malayos o japoneses, y sobre todo, indonesios, ya que la gastronomía de ese país se ha incrustado en la cultura holandesa después de tantos años de colonialismo. 

Optamos por un moderno italiano de nombre Pasta y Pasta, o algo así que, curiosamente, no hacía pizzas, por lo que no tuvimos más remedio que elegir alguna pasta fresca de la carta, que engullimos en una larga mesa del sótano, compartida con varios españoles.
Esperando la pasta y... las cervezas
El Fells good

Vicente, Ángel, un servidor, más nuestras chicas, decidimos dar una vuelta y tomar una copa tras la cena, haciendo una visita a uno de los coffe-shops, el Feels good. A decir verdad, fue una noche genial y muy, muy divertida. Después del Fells anduvimos por el Barrio Rojo tomándonos unas pintas, de cerveza local, claro está, en un par de pubs de la zona, hasta que rondando las 12 de la noche decidimos regresar al hotel. El barrio rojo estaba a rebosar y por la calles deambulaban cientos y cientos de personas, algunas, en muy mal estado. Nos lo estábamos pasando muy bien, pero teníamos que ir a dormir si queríamos levantarnos pronto y aprovechar el último día en Amsterdam.






Día 4. Domingo 5 de diciembre
Rijkmuseum, museo Van Goght, crucero por los canales, centro Amsterdam, almuerzo en hotel y regreso.


Crucero fluvial por los canales
Desayuno a las 8.30 y a las 9 ya estamos en la calle. Nos vamos todos caminando hacia el barrio de los museos con el propósito de visitar el Rijkmuseum y el Van Goght, pero Vicente, Gema, Inma y yo optamos por hacer un crucero por los canales desde un embarcadero que hay frente al Rijkmuseum con la Blue Boat company. Por 15€ recorrimos durante una hora y media los canales y la historia pasada y reciente de la capital de los países bajos, recorriendo los principales canales, el antiguo puerto, saliendo al mar y hasta pasando por delante de la casa de Anna Frank. 

Crucero por los canales. Los 7 puentes.

Crucero por los canales

Con el resto del grupo quedamos, tras varias llamadas, en el hotel hacia las 2 de la tarde. Nos hicimos las últimas cervezas holandesas de la marca Grolsch con jamón que sacó Ángel, unas galletitas saladas y los últimos cacahutes, antes de sacar las maletas que habíamos dejado por la mañana en consigna. Finalmente, entre el embutido que sacamos, los frutos secos y las cervezas comimos frugalmente.
A las 14.30 fuimos hacia la Estación Central a coger el tren que nos llevaría al aeropuerto, pero debido a unas obras tuvimos que hacer un transbordo a mitad de camino en autobús. 
Ya en el aeropuerto nos dieron las tarjetas de embarque presentando, simplemente, el DNI en los mostradores de facturación, y pasamos el control de pasaportes con susto para Vicente al equivocarse de maleta y coger en el autobús una idéntica a la suya. En el control le hicieron abrir la maleta, cuando se percató que, efectivamente, no era suya. Poca colaboración del aeropuerto para resolver la incidencia, hasta que ya en Alicante recibió una llamada de la persona que tenía la suya -con los regalos y quesos- ¡en Liverpool! y que se la devolvería cuando regresara a Valencia en unos 20 días.

Salimos con puntualidad, a las 17.30 y a las 20.00 en punto tomábamos tierra en el aeropuerto de Alicante. Fin del viaje y ahora, a prepara el siguiente. 
Más fotos en nuestro ámbum de FLICKR

Vuelo de vuelta