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viernes, 10 de junio de 2016

VIAJE A COPENHAGUE. DINAMARCA. DEL 8 AL 11 DE DICIEMBRE DE 2016


                                                                    
VIAJEROS: Felo, Inma, Vicente, Gemma, Antonello, Rosa, Carlos y Mª Geli.
DÍAS: Del 8 al 11 de diciembre de 2016
HOTEL: Cabinn City
TRANSPORTE: Norwegian.com
Ida: Alicante-Copenhague, Jueves 8 de diciembre a las 8 h. Vta: Copenhague-Alicante, Domingo 11 de diciembre a las 11:45 h. 

Tras un par de años sin volar hacia Europa, volvemos este año con más fuerza que nunca a visitar un nuevo país nórdico: Dinamarca, si bien, lo haremos esta vez sin uno de los viajeros habituales, Ángel y Susi, que por problemas de agenda no podrán acompañarnos esta vez.

PREPARATIVOS

Comenzamos la fase más ilusionante: los preparativos. Pero ¿por dónde empezar? Sin duda, el alojamiento y el transporte del Aeropuerto (visita virtual) al centro de la ciudad serán lo primero que veamos. Todavía faltan 6 meses y podemos encontrar buenas ofertas en la siempre cara ciudad de Copenhague.

Pero empecemos con los traslados y el transporte público en esta bella ciudad nórdica.
Para efectuar los traslados del Aeropuerto de Copenhague-Kastrup a la Estación Central de Copenhague (København H), disponemos del autobús, el tren o el metro (no para en la Estación Central) desde Terminal 3. Al final de la terminal de "llegadas", encontraremos ventanillas y máquinas expendedoras, en donde podremos comprar el billete con un coste de, alrededor, 36 dkk/5€ (tendremos que dividir por 7 para obtener el precio en EUROS).

Las distinta variantes que tenemos para desplazarnos a la Estación Central, que está situada a, solamente, 9 kilómetros del aeropuerto, serán:

Metro 
Pasa cada 5 minutos y tarda unos 15 minutos. La estación, como comentábamos, se encuentra en la Terminal 3. Info Metro de Copenhague. Pero ¡ojo! NO HAY PARADA EN LA ESTACIÓN CENTRAL.

Tren
Con una frecuencia de 10 minutos, tarda unos 15 en hacer el trayecto hasta la Estación Central.

Autobús
El autobús 5A sale de la Terminal 3 y llega el centro de Copenhague. Un billete individual cuesta 36DKK -18 DKK si compras un billete múltiplo (Klippekort). Los billetes se pueden comprar en efectivo directamente en el autobús (sólo billetes sencillos) o en la taquilla de DSB en la Terminal 3.
Hay un servicio de autobús gratuito entre las Terminales 3, 2 y 1.

Llegados a la típica gastronomía danesa, comprobamos que no hay mucho donde elegir, amén de unos precios desorbitados (Copenhague es la 5 ciudad más cara del mundo). No obstante el smørrebrød es el plato principal; algo así como un bocadillo abierto, o una rebanada, de pan de centeno, al que le añadimos todo tipo de ingredientes: mantequilla, salmón, carnes, verduras, etc. Un plato que al parecer, encontraremos por toda la capital danesa.  
Por lo demás, recomendaciones de restaurantes no muy caros a lo largo de Vesterbrogad, la principal arteria de la ciudad; otros recomendados en foros como Samos, restaurantpuk, Promenaden y el Kultorvet (de cocina típica danesa), el wagamama en el Tívoli, etc; cadenas de comida como Jensens o Madklubben. También la zona del puerto con casetas y camiones del tipo Street food, o la zona de Nyhavn, convertida en una de las zonas más famosas de la ciudad gracias a sus bello y antiguo canal, será uno de los destinos que visitaremos. Y por supuesto, la zona del Tívoli, en la que también hay interesantes recomendaciones gastronómicas, y algunas, no muy caras.  

El Tivoli, una recorrido en barco por los canales (Netto) y alguna excursión a alguna población cercana como Roskilde, Hillerod, Helsingor, completará, sin duda, nuestro magnífico viaje. En este enlace, encontraremos una descripción detallada de algunas excursiones cercanas a Copenhague.

DIARIO DE VIAJE


DÍA 1. Jueves 8 de diciembre
Llegada a Copenhague. Primer contacto con la ciudad. Ayuntamiento, Stroget, Kgs. Nytorv, canal Nyavn, Papiroen, Christiania.


A las 6.30 de la mañana de un día gris y lluvioso, quedamos todo el grupo en el aeropuerto de El Altet-Alicante, para iniciar un viaje de 4 días a Copenhague.  




Al no facturar maletas y llevar ya las tarjetas de embarque, pasamos de inmediato los controles de seguridad que dan acceso al área de embarque del aeropuerto. Unos cafés, unas fotos y de inmediato el embarque en el B737-800 de Norwegian que, aunque tenía prevista la salida 8 de la mañana, finalmente lo hizo con media hora de retraso. Y yo, comenzaba un viaje con principio de ciática que al volver de Dinamarca se complico en grado sumo.


Esta compañía es de las pocas que ofrece el servicio de WIFI a bordo, de manera que lo usamos para entretenernos con nuestros smartphones, en cambio y, como ya es habitual en todas las compañías, no ofrecen ningún desayuno o bebida de forma gratuita. 


A modo de novedad en este vuelo de ida, Norwegian nos ofreció Wifi gratuito durante el vuelo, en cambio, en el de vuelta no estuvo operativo.



LLEGADA AL AEROPUERTO DE COPENHAGUE

 Alrededor de las 11:45 h llegamos al aeropuerto internacional de Kastrup-Copenhague. Bajamos de inmediato y, aunque nos ahorramos el tiempo de la recogida de maletas (que no facturamos) lo invertimos en una larga cola para sacarnos los billetes que nos llevarían a la Estación Central.
 Nada más bajar del avión nos dirigimos a la estación de tren, aunque cierto es decir que no vimos la info clara, hasta que encontramos una de las máquinas expendedoras de color rojo en la que sacamos los billetes sencillos al módico precio de 36 DKK(5€) cada una. Desde aquí caminamos, dirigidos por una ancha línea azul que YA SÍ decía EXIT, a la Terminal 3 para bajar a los andenes. Como sabíamos que la frecuencia es de 5 minutos, no tardamos en subirnos al tren que nos llevaría a la estación central en poco más de 20 minutos.
 La ciudad nos esperaba gris, con unos 4 ó 5 grados y un gélido aire. Eran las 12:30 h. y en menos de 10 minutos llegamos a nuestro hotel, el Cabinn City, en el centro de la ciudad y a cinco minutos de la Estación Central. Moderno, con servicio de desayuno y unas habitaciones con baño incluido, si bien, no eran muy grandes. Tras el check-in, quedamos en unos quince minutos  en la puerta del hotel para comenzar nuestro periblo por tierras escandinavas, aunque antes decidimos buscar un sitio para comer. 


Teníamos controlados un par de restaurantes cercanos a la Estación Central, y hasta allí nos dirigimos, al distrito de Kødbyen, en el barrio de Inner Vesterbro, una zona de locales nocturnos y sex-shops… El Star Burger, situado en el Star Hotel, estaba cerrado y abría a las 16 horas. Una pena, porque habíamos leído en foros que era un buen sitio para comer, de manera que activamos el plan B: el Chicky Grill Bar, (fotos de Google) en Halmtorvet 21, un polígono de aire marinero y edificios y naves de una sola planta.

En el Chicky Grill Bar probando la cerveza local
El problema: que no lo encontrábamos. Serían las tres de la tarde y debíamos andar con cuidado con los estrictos horarios de apertura de bares y comercios, pues no en vano nuestra primera opción abría por la tarde. Tras dudar entre un par de restarurantes, optamos por uno que hacía esquina, en el que al tiempo me di cuenta que era el Chicky. Casualidades de la vida. También recomendado en foros y guías gastronómicas (opiniones de tripadvisor) por su buena comida casera local, comimos pollos asados con patatas, guiso del día (que no era otra cosa que un bistec empanado con col lombarda caramelizada y patatas), toda vez que otros nos decantamos por las generosas y sabrosas hamburguesas, que regamos con pintas de Tuborg, una de las cervezas locales que probaríamos en más de una ocasión.
 
Chicky Grill Bar
No costó muy caro, alrededor de los 30€ al cambio por pareja. De todas formas hay que recordar que Copenhague está entre las 5 capitales más caras del mundo. Por este motivo, y esta vez más que nunca, era imprescindible llevar referencias de bares y restaurantes, digamos, interesantes.

Serían las cuatro de la tarde y empezaba a hacerse de noche. No pasaríamos de los 5º y tomamos rumbo hacia el Rådhuspladsen, el Ayuntamiento de la ciudad, que por cierto, y como otras muchas zonas de la ciudad, estaba en obras.
 
Ayuntamiento

De camino pasamos por el Tívoli, el parque de atracciones de la ciudad, y más antiguo de Europa, y que visitaríamos al día siguiente. Sólo contemplar la entrada, las luces, los decorados... el mundo de fantasía e ilusión que dentro nos esperaba, nos dio más animos si cabe a esperar al día siguiente.


 
De estilo romántico nacionalista, el Ayuntamiento fue diseñado en por Martin Nyrop e inaugurado en 1905, y lo primero que penfue en su parecido con el de Estocolmo, que visitamos hace unos años, o en el Oslo, según pude leer en alguna crónica.
Ayuntamiento de Copenhague (foto Wikipedia)
Esta plaza está presidida por una escultura de Hans Christian Andersen, además de por varias esculturas más, como la de los vikingos tocando el lur o la fuente del dragón. Tras contemplarla, hacer unas fotos y visitar un aseo público, enfilamos la parte sur de la famosa calle Strøget, que según cuentan los locales, es la vía peatonal comercial más larga del mundo; algo que dejaréis que pongamos en duda. 


Repleta de tiendas y restaurantes, al igual que las calles paralelas (recomendables visitar sobre todo para comer o tomar algo) realmente no es una sola calle (foto de la izquierda. Wikipedia) sino que está compuesta de otras más pequeñas que se ramifican a izquierda y derecha, como Frederiksberggade, Østergade, Nygade, Vimmelskaftet o Amagertorv. Igual, si uniéramos todas estas calles estaríamos ante la calle peatonal más larga del mundo, pero sería trampa.

Caminando ya de noche cerrada -no serían más de las cinco- por Strøget, seguimos deleitándonos de la magnífica decoración navideña (Copenhague en Navidad) que ya albergaba la capital: luces, guirnaldas, puestos de vino caliente especiado -glögg-, esmeradas decoraciones callejeras, también de comercios y restaurantes, hasta que dimos con el primero de los mercadillos navideños que veríamos durante estos días: el de Nytorv, en Julemarked Kongens Nytorv, en el centro de la ciudad.



Casitas de madera vendiendo adornos y dulces, glögg y gofres, pero también los típicos y sabrosos perritos calientes daneses.

Siguiendo por Strøget llegamos al segundo mercadillo navidello que estaba en el puerto de Nyhavn (Julemarked Nyhavn) en la plaza Kongens Nytorv, frente al imponente Hotel D'Anglaterre preciosamente decorado de navidad, el Teatro Real, que estaba en obras  o los grandes almacenes Magasin

Hotal D'Anglaterre
Teatro Real. Wikipedia


















En la plaza, que estaba en obras comenzaba el mercadillo que tenía su continuidad en la calle, el icono más reconocido de Copenhague tras la Sirenita, que no era otro que el Puerto Nuevo, el Puerto Nyhavn. Aunque de nuevo sólo tiene el nombre, era un canal construido en el siglo XVII para comunicar el mar con la antigua ciudad de Copenhague.

Vista nocurna de Nyhavn
Entrada a Nyhavn















Ambiente navideño, olor a canela, a castañas y a ¡churros!, sí. Pero no sólo Copenhague, pues nuestro querido churro se vende en buena parte de Europa. Una delicia de paseo, sin tráfico ni ruido, ya que no oiréis grandes murmullos ni algarabías.
Canal de Nyhavn
Es una zona animada, repleta de cafeterías y restaurantes (posiblemente los más caros) de turistas y de gentes apostadas en el canal tomándose una fría cerveza local. La hilera de casas de colores, antiguas pero bien conservadas, son posiblemente la postal más fotografiada y reconocida de la capital danesa, junto a la Sirenita.
 
   
Continuamos paseando por el margen izquierdo del canal hasta alcanzar el mar Báltico. Enfrete, a unos 200 metros continuaba la ciudad, concretamente el barrio de Christianshavn, al que accedimos a través de un puente peatonal de reciente construcción, y sede de uno de los grandes atractivos turísticos de la capital, que no es otro que la ciudad libre de Christiania o la Opera de Copenhague, que veríamos mejor al día siguiente.
Pero antes fuimos  al  Papirøen, situado en el puerto, cerca del famoso Noma, que no es otra cosa que un antiguo almacén portuario y destino del Copenhagen Street Food”, donde dan cabida cerca de 40 puestos de comida callejera mundial.
 
Las chicas en el Papiroen. Foto RSe
Un ambiente desenfadado y económico, una buena opción para picar algo o tomarte una cerveza junto al mar, que no fue nuestro caso por los excasos grados, o en alguna de las mesas de su interior. 

Tomando una cerveza en el Papiroen
Papiroen
Curioso nos resultó constatar lo poco iluminada que estaban las calles que conducían a nuestro destino, un camino salpicado de antiguos tinglados reconvertidos en bares, estudios y talleres. Tras unas cervezas salimos y nos acercarnos a Christiania, que no estaba muy lejos, por un recorrido a oscuras, como toda Copenhague. Quizá porque fuimos de noche, lo que vinos no nos gustó. 

Entrada a Christiania (foto: museumofthecity.org)
Esta antigua zona militar abandonada, fue ocupada en los años 60 por comunidades hippies. Sus habitantes no pagan impuestos, pero tampoco tienen derecho a los servicios públicos. En su interior se permite la venta y consumo de hachis y marihuana, se fabrican su propia cerveza y existen algunos pubs y cafés para tomarse cualquier tentenpié, así como un mercado de artesanía local. Aún así, lo que vimos no nos gustó: un ambiente oscuro y sórdido, de gente en dudasas condiciones, quizás, insisto, porque no fuimos en el mejor momento. 

Salimos por el famóso pórtico que dice algo así como "estás saliendo de Christiania y entrando en la Unión Europea" y decidimos irnos a cenar al Star Burger, junto a la Estación Central, que nos encontramos cerrado por la mañana. Descorrimos, prácticamente, el camino de ida y llegamos al restaurante en el que dimos buenas cuentas de sabrosas hamburguesas (29KR/10.62€), sandwiches y por supuesto, varias pintas (50KR/7€) de Tuborg y Carlsberg, osea, unos 20€ por persona. 




Serían las 21:30 de la noche y optamos ir al hotel a descansar. Había sido un día largo y cansado en el que nos levantamos a las cinco de la mañana. De camino al hotel pasamos por el animadísimo Tívoli. De fuera se oía el ambiente, las atracciones. Si todo iba como lo previsto, el viernes tarde entraríamos y disfrutaríamos de una de las mejores sensaciones danesas.



DÍA 2. Viernes 9 de diciembre
Christianborg, Amalienborg, Sirenita, Kastellet, Iglesia de mármol, Torre del observatorio, Catedral, Castillo de Rosenborg y parque de atracciones del Tívoli.

Amanece un nuevo día gris (como casi todos) con unos pero sin lluvia. A las 8 estamos todos desayunanto en el hotel: pan de cereales de todo tipo, fiambres variados, cafés, zumos, cereales y algo de verdura para hacernos los famosos smorrebords (rebanada de pan con mantequilla y encima lo que uno convenga, incluido pepino, pimiento etc). Sin embargo, nada dulce; ni una galleta. Pero antes de todo, y como solemos hacer Inma y yo, nos levantamos un poquito antes para dar una vuelta por el barrio y comezar a tomar el pulso a la ciudad.


  
Nos ponemos en marcha.

CHRISTIANBORG
 
Hoy teníamos un día bastante completo en el que daríamos cuenta de una buena caminata. Comenzamos visitando la isla de Slotsholmen, a escasos 10 minutos de nuestro hotel, sede de la antigua morada de los reyes daneses: el Palacio de Christiansborg.

Palacio de Christianborg
  Pero además, junto al Palacio también se encuentra el Parlamento, la Bolsa, ministerios y el Museo Nacional, entre otros lugares de interés.

Museo Nacional
La bolsa
 En esta isla, rodeada por canales y comunicada por puentes, se fundó la ciudad y se levantó una fortaleza defensiva. 
👍Recomendamos al visitante entrar en el Christianborg Ridebane, un centro de hípica de la Casa Real que se encuentra en los edificios anexos al Palacio.

Palacio de Christianborg. Foto RSe
Al tener que caminar esa mañana casi en línea recta hasta alcanzar nuestro destino, que no era otro que la archiconocida Sirenita, y ya que ésta estaba pegada al mar, optamos por desplazarnos por el margen del canal que separa el centro del área de Christianshavn -calle Havnegade-.
 De camino nos detuvimos y entramos en la pequeña iglesia luterana de Holmens Kirke, del siglo XVII y estilo renacentista. Fotos de rigor y continuamos el recorrido.
Iglesia luterana de Holmens Kirke
   👍Paseo relajado, agradable... y silencioso, pues poco tráfico se oía y apenas nos topamos con turistas o daneses por ese recorrido
 
Llegamos al Canal de Nyhavn, que cruzamos tras las fotos de rigor, y continuamos por el margen atravesando el Skuespilhusetsede del Teatro Real Danés.
 
Skuespilhuset. Wikimedia Commons. Foto Mahlum
Un edificio vanguardista que vimos de paso y por fuera. Sin embargo, desde esta parte en la que nos encontrábamos, las vistas eran espectaculares. Enfrente, teniendo por medio el Báltico, el Papiroen y la espectacular Ópera danesa, The Royal Danish Opera.

La Ópera desde Amalienborg
Edificio de la Ópera danesa
 Inaugurado en 2005, es uno de los mejores ejemplos de aquitectura moderna en Europa. Costó unos 500 millones de euros que fueron sufragados por el empresario naval Moller. 

 
 AMALIENBORG

Continuamos caminando por un embarcadero de ferris y barcos turísticos y giramos por Larsens Pladhasta alcanzar la entrada a nuestro siguiente destino: el Palacio de Amalienborg, la residencia oficial de los reyes daneses.

Palacio de Amalienborg con la Iglesia de mármol al fondo. Foto RSe
En realidad son 4 palacios de estilo rococó situados en una plaza presidida por la estatua del Rey Frederick IV. Construidos entre 1750-1764 por el arquitecto Nicolai Eigtved, se convirtió en residencia oficial en 1794. Resultaba curioso observar y comprobar las excasas medidas de seguridad en un lugar tan importante como es el Palacio del Rey. 
 Apenas varios guardias reales apostados en sus estrechas garitas o caminando marcialmente de un punto a otro, y poco más. Por cierto, a las 12 suelen hacer un turístico cambio de guardia, que no vimos, y además, también se puede visitar, previo pago o utilizando la Copenhague Card, el Palacio de Christian VII y el de Christian VIII que alberga un museo dedicado a la historia de la familia real danesa.
Desde el centro de la plaza las vistas son geniales: los cuatro palacios y enfrente, al otro lado del mar, la Ópera, y en el otro extremo la espectacular iglesia de mármol que más tarde veríamos.
Continuamos.
En línea recta llegamos hasta la Marmorkirken (Iglesia de mármol) que encontramos cerrada. Eran las 11 de la mañana y abrirían una hora más tarde, por lo que fijamos como nuevo destino la Sirenita. La calle Bredgade nos llevaría al parque Churchill, que alberga la iglesia de San Albano, la fuente de Gefión y a la mundialmente conocida Sirenita

Fuente de Gefion
Además, en el centro del parque encontraremos la fortaleza defensiva de Kastellet, un baluarte construido en forma de pentagrama con bastiones en los extremos en 1626 por el rey Christian IV.
La iglesia de San Albano pertenece a la comunidad anglicana y oficia las misas en inglés. Una pequeña iglesia que también nos encontramos cerrada. Frente a la iglesia se alza la soberbia fuente de Gefión. Una escultura cuyo origen y explicación encontraremos en las leyendas nórdicas. 
Dejando a la izquierda el complejo de Kastellet, que visitaríamos más tarde, caminamos hasta toparnos finalmente con la escultura de la Sirenita.


La Sirenita de Copenhague se esculpió a  comienzos del siglo XX por Edvard Eriksen, por encargo de los propietarios de la cerveza Carlsber, la familia Jacobsen, tomando como modelo a la propia mujer del escultor.

La escultura de bronce que mide 1'80 cm, se esculpió en homenaje a uno de los cuentos de hadas de H. C. Andersen y fue instalada en la bahía de Copenhague, frente al mar Báltico, en 1913.

La Sirenita
Como no podía ser de otra forma, una multitud de turistas intentaban sacar la mejor instantánea. En esos momentos, el sol nos regalaba los únicos rayos de luz que vimos durante nuestra estancia en Copenhague, por lo que optamos por sentarnos en unos banquitos a descansar, a charlar, a contemplar la Sirenita que durante más de 100 años ha estado dando la bienvenida a quienes entraban por mar en la ciudad. 

Pusimos rumbo a la cercana fortaleza de Kastellet, de entrada gratuita, por la entrada norte (la otra es la sur) y entramos al recinto, todavía militar, pero de uso público y muy visidado por locales y turistas.

 
Foso de Kastellet
Interior de la fortaleza















Al bordearlo por la zona elevada, comprobamos lo difícil que habría sido en tiempos conquistar este bastión con foso de agua y altos y casi rectos muros, que defendió durante siglos a la capital de los ataques enemigos, sobre todos, los suecos.

touristforumviajes.files.wordpress.com

Salimos de la fortaleza y nos acercamos a la Iglesia de Mármol (Marmorkirken) que antes nos habíamos encontrada cerrada. Un templo de credo luterano con una soberbia cúpula parecida a la basílica de San Pedro de Roma, y que tardó unos 150 años en construirse.


 De hecho, es la cúpula más grande de los países nórdicos. La iglesia data del siglo XVIII y fue un encargo del rey Frederik V al arquitecto de la corte Nicolai Eigtved para conmemorar los 300 años de reinado de la Casa Oldemburgo, y si bien en su origen se proyectó elevarla en un estilo rococó, finalizó siendo de estilo barroco.

Interior Iglesia de mármol
Al salir nos hubiéramos tomado una fría cerveza, pero nos topamos con que no habían bares, ni pubs. Bueno, sí habrían, pero no los veíamos, pues  recorríamos calles sin ver ningún bar en el que pudiéramos entrar a tomar algo. Y evidentemente, esta constante la mantuvimos durante todo el viaje, a no ser por las paradas que hicimos en algún superpercado a comprar alguna bebida.

  Vista la hora decidimos buscar un sitio para comer. El buffet griego Samos, tan comentado en foros y webs de viaje, y el restaurante de cocina danesa Kultorvet, ambos económicos, eran dos de los que teníamos en lista, sin embargo, nos decantamos finalmente por el primero, situado en pleno barrio latino. Pero antes, y como nos pillaba de camino, visitamos el Rundetarn, más conocido como la "Torre Redonda", que no era otra cosa que el Observatorio Astronómico de Copenhague construido en el siglo XVII.

 Para acceder a su cúspide hay que caminar por una rampa de 209 metros que gira en espiral, aunque finalmente optamos por no subir y verla desde fuera. Llevábamos desde las 8:30 de la mañana en pie, caminando, sin apenas sentarnos y sin tomarnos nada, y la verdad, pocas ganas teníamos.

Torre redonda
Inmersos en el barrio latino, pasamos por delante de la Copenhaguen University erigida, en el siglo XV, y por la actual Catedral de la capital, la Vor Frue Kirke, que visitaríamos tras la comida.

👍Para los que dispongan de Wifi Eduroam, la red que comparten instituciones académicas y universidades del mundo, podrán conectarse sin problemas en el área de influencia de la Universidad.                                                   
De camino al restaurante Samos comprobamos que estábamos en una zona plagada de restaurantes y cafeterías, sin duda, debido a cercanía de la institución universitaria. Algunos económicos y otros no tanto, pues para éso es Copenhague la 4ª capital más cara del mundo. Sobre las 13.30 ya estábamos en el buffet griego Samos. Y menos mal que llegamos a esta hora, porque nos dieron la única mesa disponible del pequeño y coqueto restaurante. 



Fotografías cortesía de Tripadvisor


 

La verdad es que estaba todo muy bueno, variado y barato, pues los 7€ que pagamos por el menú (excluida la bebida) no se encuentra ni en España.
Al terminar comida y sobremesa (sí, ese término tan nuestro) visitamos la cercana catedral de Nuestra Señora dedicada a la Virgen María, la Vor Frue Kirke, sede de la diocesis luterana. Construida sobre una iglesia del siglo XII, a lo largo de los siglos ha ido siendo reconstruida, hasta la planta actual, levantada a mediados del siglo XIX.


 Catedral luterana Vor Frue Kirke. Fotos Wikipedia

Tras la comida nos detuvimos en el Baresso Coffe a tomar un café junto a la Torre Redonda, en uno de los largos bancos que el Café tenía en la calle.
 Sí, estábamos algo cansados, pero no podíamos desprovechar la ocasión de visitar el cercano Rosenborg Castle y los Kings Garden, un palacio del siglo XVII construido como residencia veraniega del rey Christian IV.
 Diseñado en estilo renacentista danés, aunque sufrió varias remodelaciones, su característica principal y más atractiva son sus fachadas de color ladrillo rojo y sus torres verde jade. Junto al Castillo figuran los jardines reales o Kongens Have, el jardín del rey, diseñados antes que el propio edificio.
Un parque enorme, precioso, repleto de robustos y altos árboles de hoja caduca, que a buen seguro hará las delicias de los daneses en época estival, pues no en vano, a las cinco de la tarde la temperatura rondaba los -2º. 


Castillo de Rosenborg. Foto Wikipedia


Jardines reales. Foto cortesía Tripadvisor



















COMPRAS Y VISITA  AL TÍVOLI 

Alrededor de las 17 horas, decidimos dedicar un par de horas a las compras. Como hacemos en todos los viajes, una tarde la tenemos libre, aunque la solemos dedicar a que cada uno haga sus oportunas compras, pues es mucho más cómodo y fácil, hacerlo por separado o en grupos más reducidos. A las 19.30 habíamos quedado en el hotel para dejar lo comprado, descansar acaso unos minutos y acercarnos al parque Tívoli. Y así lo hicimos, más o menos.

La calle Stroguet se convirtió en nuestro objetivo, ya que esta artería condensa infinidad de tiendas y por supuesto, también las de Souvenirs, aunque la verdad, tampoco encontramos muchas. Entramos en varias y finalmente dimos con lo que íbamos buscando: imanes para las neveras de motivos daneses, las típicas galletas danesas y algún que otro recuerdo.
Cargados con un par de bolsas, Inma y yo nos fuimos al hotel, dejaríamos lo comprado y aprovecharíamos para descansar un rato hasta la hora de partir al Tívoli Vicente y Gema ya habían llegado, pero no el resto, por lo que tras una llamada, nos adelantaríamos y les esperaríamos en el parque de atracciones. 

Plano del Tívoli

El Tívoli. El 2º parque de atracciones más antiguo del mundo, fue abierto en 1843 por orden del rey Christian VIII con el propósito de ofrecer a la ciudad un lugar de hocio y esparcimiento para sus súbdiso, levantado en unos terrenos que estaban a las afueras de la ciudad. Su maravillosa cantidad y mezcla de paseos, atracciones, culturas o arquitecturas, lo convierten en una delicia para todos los públicos. En su interior nos entrotraríamos un mundo de piratas y fantasía, duendes y hadas, y hasta atracciones vertiginosas de última generación. Pero lo mejor..., lo mejor... visitar el parque por la noche y en navidad, como así hicimos nosotros.
  
La verdad es que fue impactante lo que vimos al entrar: un mundo navideño de fantasía. Un precioso mercadillo navideño repleto de tiendas en la que comprar desde adornos navideños hasta buena ropa de abrigo; puestos de castañas, dulces, el famoso vino caliente especiado -glögg-, venta de gofres, hamburguesas y por supuesto, de los siempre presentes perritos calientes daneses, condimentados con pepinillo y cebolla frita caramelizada. 
Una de las calles del Tívoli


 Música de navidad, nieve simulada en las calles, casas con elfos y gnomos, otra con Papa Nöel, y alrededor, restaurantes tematizados y precios elevados para comer y cenar. 
Otro de los apartados que nos sorprendió gratamente fue la profusa iluminación. Árboles con miles de bombillas, figuras, cientos de adornos  luminados daban un cálido fulgor a la fría noche danesa.















O los preciosos y centenarios edificios que evocan lejanos paises de Oriente. Algunos con un restaurante en su interior, mientras que otros con espectáculos o alguna atracción de interior.

Palacio Indú
La verdad es que al principio no sabíamos dónde ir, qué ver o qué probar. Degustando un caliente vino especiado, por cierto, muy bueno y sabroso, continuamos recorriendo el mercadillo navideño haciendo incursiones en fantásticas casitas de gnomos o visitando los puestos del mercadillo. Y todavía no habían venido el resto, pero llegó. 

 













La mitad del parque más o menos, está dedicada a las atracciones de feria de aspecto antiguo, muy antiguo; algunas, super vertiginosas, como la Montaña Rusa, la atracción de "caída libre" o sobre todo, una especie de cápsula en forma de avión que va dando vueltas a una velocidad asombrosa.

Zona de atracciones infantiles
Fastidiado con la dichosa ciática, optamos Inma y yo por retirarnos al hotel, toda vez que el resto seguiría disfrutando del Tívoli y de sus perritos calientes, aunque antes compramos unos caramelos en una tienda en la que hacían los propios confites.

Foto de grupo en el Tívoli



DÍA 3. Sábado 10 de diciembre
Visita a Roskilde, centro de Copenhague y Papiroen

Como de costumbre, a las 8 horas estábamos todos desayunando: fiambres, tostadas de varios tipos de panes, cafés, leche, zumos, y de nuevo, ni rastro del dulce. 
Hoy visitaríamos Roskilde, ciudad vikinga y antigua capital de Dinamarca, en la que están enterrados todos los monarcas daneses. 

Por unos 18€ al cambio y por persona, sacamos un billete que incluía la ida y vuelta a Roskilde y el traslado del día siguiente al aeropuerto. De manera puntual y en un agradable y corto trayecto, en una media hora arribamos a la estación de Roskilde.
Eran las 10:30 de la mañana y el día, como no podía ser de otra forma, estaba nublado.

Calle principal de Roskilde
Situada al norte de la isla de Selandia, fue fundada en el siglo X, por lo que es una de las ciudades más antiguas de Dinamarca. Además, fue capital del país hasta el siglo XV. Actualmente está muy influenciada y relacionada con la capital, siendo considerada como una ciudad satélite o dormitorio de Copanhague. Su Universidad, fundada en 1972, es su principal insititución.

Enseguida dimos con la calle principal, de nombre Algade, peatonal, repleta de tiendas y bares y decorada con adornos navideños. Como curiosidad, muchas tiendas, instalaban tenderetes de sus productos, fuera comida, ropa o electrodomésticos, en la calle. Ahora bien, fuera de esa vía peatonal, difícil era ya encontrar cualquier tienda.


Tras el árbol de navidad, el Ayuntamiento
Markedsdag
La calle estaba animada, llena de gente, pero no se veía mucho jaleo, ni mucho ruido. Esto último, algo que nos llamó a todos verdaderamente la atención durante el viaje. La calle Algade nos llevó a la plaza principal de la ciudad, donde estaba instalado un animado mercadillo que visitamos, al igual que la Oficina de Turismo, junto al Ayuntamiento de rojizos ladrillos.

Sin duda, nuestro interés radicaba en visitar la famosa catedral de Roskilde en la que están enterrados los monarcas daneses, además de visitar el Museo Vikingo. Tras visitar la Oficina de Turismo y comprobar que la Catedral habría a partir de las 12 (nunca nos acostumbraríamos a los horarios daneses) bajamos por una ladera hasta el mar, hasta el Roskilde Fjord. La Roskilde Domkirke la dejaríamos para más tarde.

La Catedral
Seguía nublado y chispeaba de vez en cuando. No pasaríamos de los 3 ó 4 grados con una alta humedad. El camino estaba asfaltado y repleto de robustos y altos robles ahora sin hojas. A los lados, un gran parque ahora vacío, con columpios y algunas porterías de fútbol. El suelo alfombrado de césped, toda vez que de algunas pequeñas casas de techos a dos aguas, como salidas de un cuento, veíamos salir humo de las chimeneas; otras, en cambio, parecían vacías.  
Y llegamos al mar.


Al llegar al puerto un cartel nos daba la bienvenida. No se veía mucha gente, ni mucho movimiento. Vistos los barquitos atracados, seguro que en verano no sería igual.
 El Museo de barcos vikingos  alberga restos de naves de la época, además de proyectarse varios documentales para hacerse una mejor idea de cómo eran los más famosos habitantes de Escandinavia en la antigüedad.  En 1962 rescataron del fondo del fiordo 5 barcos vikingos que hundieron en el año 1000 para impedir el paso de barcos enemigos. Tras restaurarlos, los montaron en un museo construido ad-hoc, y de pago, a la orilla del Roskilde Fjord. Pero si no quieres pagar para verlos -nosotros no entramos- puedes ver de manera gratuita, unas perfectas réplicas de esos barcos situados en el suelo del exterior (están frente al museo) además de ver réplicas de antiguas viviendas vikingas.



 El área museística también cuenta con tienda, un puerto junto al museo y una isla construida o erigida en 1997. Un puente de madera da acceso a la isla en la que los visitantes pueden observar cómo y con qué materiales se construían los barcos vikingos, además del resto de objetos y enseres que solían utilizar a diario. En verano y con mejor tiempo, estos barcos suelen estar amarrados en el puerto, e incluso se puede navegar en ellos.
 
 
Salimos de la isla por el acceso que daba al museo, y caminamos por la pasarela, por el pantalán del puerto que nos adentraría en el fiordo, cuando vimos a un joven que de repente se quitó la ropa y se tiró a la fría agua del fiordo. Luego salió, se duchó y con una toalla a modo de falta, se fumó un cigarrillo. Y nosotro hasta arriba de ropa.

Isla del Museo Vikingo desde el puerto
Fiordo de Roskilde
No había nadie y apenas se oía nada. Apenas algunos turistas deambulando por las afueras del museo. El paseo fue tranquilo, sosegado. En frente, el mar.


Seguimos una ruta de vuelta que nos indicaba el mapa que llevábamos, y dimos con una zona de casas del ¡siglo XVII!, de cuento, con los techos alfombrados de una espesa capa de ramas, con un pequeño jardín en el exterior, y algunas, con retrovisores en las ventanas para observar y dotorear quién pasa en cada momento.




Una agradable mujer nos oyó hablar en español y se detuvo de inmediato a hablar con nosotros. La señora lo había aprendido en el colegio de pequeña y nunca había estado en España. Como sucede en muchos países, el inglés lo utilizan como segunda, y en ocasiones, hasta como primera lengua. Cuánto tenemos que aprender todavía.



Nuestro siguiente destino era la Catedral, a la que accedimos pagando el correspondiente ticket de grupo, pues nos salía más barato sacarlo así, siendo el mínimo de 9 personas, que sacar entradas individuales. Obviamente, nos sobró una.


Unos buenos catálogos, en español, nos sirvieron para conocer la historia de la catedral, y sobre todo, quiénes estaban allí enterrados, es decir, todos los reyes daneses y demás linajes de sangre azul.
Construida alrededor de 1170, se ha ido ampliando a lo largo de los siglos con varias naves más. Declarado Patrimonio de la Humanidad, la Domkirke, como así es llamado por los locales, está justo en el centro de la ciudad, tras el Ayuntamiento y la Oficina de Correos.

 
Desde el 1400, en la catedral de ladrillo rojizo se entierran, como antes decíamos, a los miembros de la familia real. Un hecho que, aún hoy en día, prevalece. Y como macabra curiosidad, hasta los modelos de los féretros que albergarán a los miembros de la familia real el día que fallezcan, están expuestos en una capilla lateral.

Féretros reales en una de las capillas laterales
También visitamos el museo de la catedral situado en los pisos superirores, desde donde por cierto, tenemos una excelente vista, y en el que podemos ver la evolución del templo, planos, fotografías, antiguos vestuarios y ropajes, vajillas y demás utensilios.

Vistas de la catedral desde el piso superior
Inma en un descanso. No parábamos...
Nada más salir de la catedral, nos pusimos a buscar un sitio donde comer. Nos habían recomendado un restaurante en la plaza del mercado, junto al Ayuntamiento y cerca de la catedral, pero de precios desorbitados para comer un simple smorrebord, que era lo que ofrecía, osea, tostadas con jamón york -o cualquier otra cosa- y verdura encima colacada de forma artística.
Tras merodear por la calle principal, optamos por una reconocida cadena de restaurantes daneses llamada Jensens Bofhus, en la que comimos, nuevamente, sabrosas y generosas hamburguesas de una excepcional carne. Y por supuesto, varias pintas de cerveza local. ¿La cuenta? Unos 30€ al cambio por pareja.

En el Jensens
Las chicos viendo qué comer, pero ya con una cervecita

 Como en muchos restaurantes, las mesas de la terraza disponían de calientes mantitas para protegerse del frío en caso de comer en el exterior. Como es natural, nadie comía fuera dado el frío reinante.

Al salir poca gente vimos ya por la calle. Además, las tiendas también estaban recogiendo. Serían las cuatro y pico, empezaba anochecer y arreciaba el frío, por lo que optamos por regresar a Copenhague. Pero cuando llegamos a la estación Inma me comentó, justo antes de subir al vagón, que se había dejado la bufanda en el restaurante. Y allí regresamos, pero solos, porque el resto subió al tren. En el hotel nos veríamos.
No encontramos nada. Ni nosotros ni los amables camareros, de manera que nos volvimos por donde vinimos. No serían ni las cinco y la calle principal ya estaba casi vacía de viandantes. También los comercios se apresuraban a cerrar. En poco tiempo, la ciudad se convertiría en una ciudad sin gente, sin luz y sin ruido: una ciudad fantasma.

Tras reencontrarnos todos en el hotel, nos dispusimos a pasar la última noche. Optamos por acercarnos de nuevo al Papiroen a tomar algo, pero esta vez, iríamos por un camino alternativo, evitando la populosa Stroget. Ya habíamos comprobado la escasa iluminación nocturna de la ciudad, y ahora éramos testigos de la total oscuridad de otras. Una cosa es ahorrar energía, pero otra bien distinta es dejar a la ciudad a oscuras.

Un ejemplo
 La calle paralela a Stroguet, por la que fuimos, estaba repleta de bares y restaurantes, de cervecerías. De haberlo sabido antes, seguro que nos hubiéramos pasado a tomar algo porque, como apuntaba antes, difícil se hacía dar con un sitio donde tomarse una cerveza. 

El Papiroen estaba a tope, y encima, unas animadoras estaban dando clase de salsa, sacando al público a bailar y enseñando diversos pasos de baile a los allí congregados
Era nuestra última noche y unas frías cervezas danesas nos sirvieron para brindar por... ¡el próximo viaje!

  
 De regreso compramos en un supermercado alguna cosa para comer en el hotel, y nos fuimos a dormir. Todavía teníamos que hacer las maletas y al día siguiente teníamos que madrugar de nuevo.

 
DÍA 4. Domingo 10 de diciembre
Vuelta a casa

Desayunamos como siempre, a las 8 de la mañana, hicimos el check out y a las 9 ya estábamos en la Estación Central. El las pantallas buscamos el anden y el tren que nos llevaría al aeropuerto de Kastrup -muy fácil de localizar- y comprobamos que en 5 minutos salía ya uno al aeropuerto.   

En el andén. A punto de coger el tren
Sobre las 09:40 ya estábamos en el aeropuerto. Para nuestra comodidad y rapidez, facturamos todos en una de las máquinas de facturación que hay en el aeropuerto. Un procedimiento muy fácil ya que, con el mismo número de reserva que teníamos para todos, la máquina nos expendió las ocho tarjetas de embarque.
Pasamos el control de seguridad con algún que otro contratiempo, provocado por las botellitas de líquidos de más de 100 ml, y accedimos por fin al área de embarque. 

 
 Eran las 10 de la mañana y el avión salía a las 11:45 de la mañana. Nos sentamos en las mesas de un bar con vistas a la pista y a los aviones, y optamos por almorzar y hacer las últimas compras
 A las 3 de la tarde aterrizabamos en el aeropuerto de Alicante. Un buen viaje, unos buenos compañeros y mejores amigos de viaje. Y ahora, a preparar el siguiente.