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domingo, 4 de noviembre de 2007

VIAJE A DUSSELDORF Y COLONIA. Del 1 al 4 de noviembre de 2007

PARTICIPANTES: Inma y Felo, Ángel y Susi, y Vicente y Gema
DÍAS; Del 1 al 4 de noviembre
HOTELES: Monopole 3*
TRANSPORTE: IDA: 1/11/2007 Ryanair
                               VTA: 4/11/2007 Air Berlin



DIARIO DE VIAJE



    Como ya llevamos haciendo un grupo de amigos cuando llega el Otoño, organizamos un viaje aprovechando alguno de los puentes que pueblan el calendario. Este año tocaría Alemania, concretamente las ciudades de Dusseldorf y Colonia, en el estado de Renania del Norte-Westfalia. El país de las salchichas, las cervezas, los codillos y otros tantos manjares y bebidas que en breve degustaríamos.
 
DÍA 1. JUEVES 1 de noviembre

    Como a las 12 de la mañana salía el avión, quedamos un par de horas antes para realizar los trámites de facturación en los mostradores de Ryanair, no sin antes, mercadear con nuestras maletas, pasándonos objetos de peso de una maleta a otra con tal de no sobrepasar los 15 kg de máximo que estipula la compañía aérea.

Esperando en el aeropuerto
     Tras un café en la terminal del aeropuerto de El Altet, el avión despegó puntualmente con dirección al pequeño aeropuerto de WEEZE, tomando tierra a las 14 horas aproximadamente. A una hora del centro de Dusseldorf, resultó ser un aeródromo militar. Bajamos en medio de la pista, y tras recorrerla a pie entramos en la sala donde recogeríamos las maletas. Nada más salir de la terminal, divisamos los autobuses que nos llevarían a la Estación Central, a no más de 10 minutos andando del Hotel.
    El Monopole cumplía las premisas que siembre buscamos cuando hacemos un viaje de estas características por alguna ciudad europea: céntrico, limpio, con desayuno, y que no esté mal de precio.
    Dejamos las maletas, revisamos las habitaciones y a las 4 de la tarde ya estábamos todos en la calle dispuestos a encontrar una cervezería que nos diera de comer, y vamos si comimos y bebimos.
    Nuestra primera toma de contacto con la gastronomía germana, sería en una de las mejores y más conocidas cervecerías, la Brauerei Alt Schumacher, a unos 20 metros de nuestro hotel, que se convertería en uno de nuestros lugares preferidos y donde, casualmente, uno de los camareros era español, amén de residir sus padres en Alicante.  Los chicos, un codillo asado (Schweinshaxe) con patatas y chugrut -col fermentada-, y las chicas, platos combinados de salchichas con patatas, que fueron regados, los platos, claro, con unas 25 cervezas de alta fermentación del tipo Alt Beer. Esta cerveza es típica de la zona de Dusseldorf, produciendo algunas cervecerías la suya propia, como era el caso. Beber ese líquido dorado supone en esas tierras un verdadero acto social, como bien pudimos comprobar. Los alemanes beben y beben, en torno gruesas mesas de madera y buenas y agradables tertulias, con una curiosa característica: si el camarero ve que te has bebido la cerveza, te pondrá otra y te la apuntará en el posabasos; si no quieres más, tendrás que poner el posabasos sobre el vaso. Es el "Köbes", como allí es llamado el camarero . El "Köbes" luce un mandil azul que parece como una falda, y son los que te llevan la cerveza a la mesa sin preguntar.

En el Alt Schumacher















Probando las primeras Altbiers
Después de comer y bebernos unas 20 cervezas entre los seis expedicionarios, nos desplazamos caminando al Altstadt, el Casco antiguo que limita al oeste con el famoso Rin, pero antes pasamos por la Königsallee, la calle principal de la ciudad. Es una gran Avenida con un canal (helado en invierno) en medio, y las más prestigiosas tiendas de moda del mundo. Callejemos por vías peatonales, rodeados de edificios de arquitectura alemana, que fueron reconstruidos en su mayor parte tras la IIGM. Pasamos por la plaza del Ayuntamiento, la Marktplatz, con la estatua ecuestre de Johann Wilhelm II, líder y mandatario que convirtió la ciudad en un gran centro cultural en los siglos XVII y XVIII, y finalmente llegamos a la Burgplatz a orillas del Rhin. Continuamos un agradable y sosegado paseo por la ribera hasta alcanzar la Rheinturn, la torre de telecomunicaciones de 240 metros que señala el skyline de la ciudad, y que en su eje, como atracción se encuentra el mayor reloj digital del mundo.  Y suerte tuvimos, porque desde la cima pudimos observar toda la ciudad sin el impedimento, que a buen seguro, proporcionarían las nubes en los siguientes días
    A este Casco Antiguo se le denomina también como "la barra más larga del mundo" al albergar más de 200 cervecerías y restaurantes, y dimos fe. Esa misma noche, a la par que callejeábamos nos tomábamos alguna que otra cervecita en charla amigable, hasta que nos llegó la hora de cenar en otra de las más famosas cervecerías para seguir degustando la cocina renana. Esta vez fue el turno de las salchicas, los panes con pates y cebolla, y las hamburgesas. Y claro, las cervezas propias elaboradas en el mismo local.
    Un lento paseo hasta el hotel, y a dormir.
 
       
DÍA 2. VIERNES 2 de noviembre

Desayuno tipo Buffet  a base de tostadas, fiambre, salchichas, café y leche, a las 8 de la mañana, si bien,  Inma y yo decidimos, como en otras ocasiones, recorrer los alrrededores un poco antes.
En el bello parque Hofgarten
Bajo una ligera llovizna y envueltos en varias capas de abrigo, recorrimos este bucólico remanso de paz hasta llegar nuevamente al Rhin y comenzar a visitar algunas de las más bellas iglesias locales, como la Basílica de St. Lambertus, del siglo XIV,  la iglesia de St. Maximilano, y alguna que otra más.
Hoy es el día de conocer uno de los múltiples parques de la ciudad, el Hofgarten, plagado de grandes árboles con hojas doradas, lagos y lo mejor de todo, nadie.

 


El Hofgarten
No paraba de llover, de manera que bien temprano, sobre las 12 horas, nos metimos en el que está considerado mejor restaurante de cocina renana de Dusseldorf, la Brauerei Füchschen donde batimos nuestro record cervezero (25 entre todos), y donde probamos el plato típico compuesto por codillo al horno, patatas y chucrut que, por cierto, Ángel y servidor degustamos los tres días.

 En el Füchschen

En cambio, Vicente lo sustituyó el tercer día por un solomillo cocinado al estilo de Colonia, que tampoco estaba del todo mal, mientras que las chicas optaron por salchicas y filetes.

A la salida del restaurante Im FUCHSCHEN
    Por la tarde recorrimos nuevamente el Casco Antiguo y paseamos por el margen del Rin hasta llegar a una antigua zona portuaria, ahora saneada y convertida en un punto de referencia arquitectónico, con un conjunto de tres edificios de Frank Gery a la cabeza. Continuamos por el centro y entramos en un bar especializado en bebidas espirituosas, donde probamos el Killepitsch, un licor  parecido al Cantahueso elaborado con más de 50 plantas y raíces. Casualidades o no, en su interior encontramos un grupo de futbolistas retirados del Sttutgard, y a uno que conocía nuestra ciudad Alicante. Gente amable y simpática, nos reconocieron las bondades de nuestro clima, y nos informaron de qué era el Gillespi, cuál su origen y cómo se bebía. Tras tomarnos un chupito, nos detuvimos en la Brauerei Uerige, otra de las muchas cervezerías con fábrica propia. En su interior se podía observar a través de unas mamparas de metacrilato, un gran alambique de cobre y parte del proceso de elaboración de tan rico elixir. Ésta, como las que ya visitamos, contanban con diversas salas y salones, donde el público en general convertía la ingesta de cerveza en más que un acto social, y no sólo en el interior, pues en la calle, y a pesar de las bajas temperaturas,  unos potentes radiadores colgados de las paredes de la Cervecería, proporcionaban la calidez necesaria a quienes preferían estar en las mesas y altos taburetes de la terraza.
 De camino al hotel, entramos en varios grandes almacenes a proveernos de regalos y tipicos souvenirs, y visitamos otra vez la cervecería Alt Schumacher para degustar una fuente de mejillones al estilo de Renania (picantes, con cebolla y alguna que otra verdura más), regado, cómo no, con varias cervezas.
    A dormir.

DÍA 3. SÁBADO 3 de noviembre

  Acudimos bien temprano tras el desayuno a la Estación de Trenes, donde cogeríamos uno que en 30 minutos nos dejaría en Colonia.
El Rhein a su paso por Colonia
Las típicas casas de colores en el margen del Rhein





Visitamos la imponente y espectacular Catedral, llamada Dom por aquellos lares. Subimos por estrechas escaleras de caracol al alto campanario, de donde contemplamos las mejores vistas de la ciudad, en cambio, al bajar, no pudimos contemplar de cerca la majestuosa arqueta de oro en la que, según la tradición, reposan los restos de los reyes magos, porque las dos veces que lo intentamos llegamos tarde.
 
La imponente catedral de Colonia
Antes de subir al campanario
Arriba del todo.
    Paseamos por los verdes y espacioaos parques que bordean el Rin, visitamos el Altsadt, que fuera completamente arrasado en la IIGM, degustamos en la calle bollería tradicional -donuts de gran tamaño y cocas de mollitas dulces-, entramos a varias pequeñas iglesias en las que exponían fotos de cómo quedaron tras la Guerra Europea, y compramos algún recuerdo antes de comer en la cervecería Peter Brauhaus.  De nuevo, codillos, salchichas y la cerveza típica de Colonia, la Kölsch, más acorde con las españolas, que bebimos acompañada de una bolsa de cacahuetes, que por sorpresa, y para deleite de nuestros estómagos, puso sobre la mesa Vicente. Aquí no existe la tradición de picar cualquier cosa mientras te tomas la cerveza. De hecho, el día anterior, por pedir algo, nos trajeron en la Brauerei Füchschen un pepinillo gigante en vinagre, que trozeamos y acompañamos a las cervezas. Comoquiera que esta costumbre de picar algo con la bebida es meramente española, decidimos que sería interesante llevarnos en algún que otro viaje, bolsas variadas de frutos secos que nos ayudasen a bebernos las cervezas. Y vamos si lo hicimos.
  
Las chicas frente al Rin
       Comimos y bebimos de maravilla, y más barato que en nuestra ciudad, unos 100 € los seis (codillos y salchicas, más la bebida), y bajamos lo engullido caminando hasta la fábrica de chocolates Lindt que hay junto al río,  pero antes de coger el tren de vuelta en la Estación que había junto a la Catedral, visitamos la cervecería Früh, una de las más conocidas y grandes, casi laberíntica, en donde nos despediríamos de la ciudad con varias Kölsch más.
 Cervecería FRÜH

     En vez de tomar el cercanías de vuelta en la estación que hay junto al Dom, y ante la insistencia de nuestro querido amigo Ángel, subimos (todavía nadie saber por qué) en un tren de Alta Velocidad que paró en el andén del que debería salir el Cercanías. Los primeros minutos del viajes estuvieron rodeados de cierto jolgorio entre el grupo, que quiso inmortalizar el trayecto en varias fotos, hasta que apareció la revisorá y nos hizo pagar 18 euros por persona (36 la pareja) pues, EVIDENTEMENTE, ése no era el tren que deberíamos haber cogido, sino el mismo de la mañana: un cercanías de dos pisos que nos había constado unos 5€ id/vt cada uno. Y menos mal que al final la revisora se portó bien con nosotros, evitando una posible y dura multa, y cobrándonos solamente el billete por persona en segunda clase, cuando en realidad íbamos en 1ª.
     Acordándonos de Angelito toda la noche, y hasta ahora, aunque ahora nos reímos, declinamos cualquier propuesta de cena y nos fuimos todos a dormir, reprochándole a Ángel la alegría con la que nos convenció a todos a tomar un tren de Alta Velocidad. 

DÍA 4. DOMINGO 4 de noviembre

    Llegamos a la capital de Renania con Ryanair, pero la vuelta sería con Air Berlin desde el aeropuerto internacional de Düsseldorf a la 8 de la mañana. Tras el pertinente desayuno y abono de las habitaciones, y con el recuerdo del viajecito en tren de la noche anterior, un taxi para 6 personas nos recogería en la puerta del hotel para llevarnos al aeropuerto de Alicante.