VIAJEROS: Familia Sellers-Castillo y Costa
Castillo.
DÍAS: Del 18 al 23 de agosto.
ALOJAMIENTO: Apto. Aiyra Angels
(Lisboa)
Cool Guest House (Elvas)
TRANSPORTE: By cars
Nuevamente nos ponemos en marcha para salir de España.
Esta vez será la vecina Portugal. Será en agosto, en pleno verano, y esta vez
será un viaje familar, con mi mujer, Inma y mis hijos, Jorge y Laura, y con mis
cuñados: Rafi, Mª Ángeles y sus hijos, Sergio Maria.
De momento ya tenemos la reserva hecha con Booking en
el Aiyra Anges, en el barrio de Arroios, y otra noche en Elvas que decidimos
semanas antes de iniciar el viaje. Un apartamento, el de Lisboa, con la máxima
puntuación y los mejores comentarios que se puedan leer, situado en la zona
norte de Lisboa, muy cerca del centro urbano.
PREPARATIVOS
A decir verdad, cuando comienzan los
preparativos empieza el viaje: a buscar alojamientos, qué lugares visitar, qué
restaurantes o cómo podemos movernos y desplazarnos por Lisboa. Para tal fin,
Internet proporciona una herramienta extraordinaria en la que podemos encontrar
toda la información que busquemos, y más. Páginas como voyalisboa disfrutalisboa, guianomadalisboa, o la página oficial de turismo Lisboa, nos ayudarán en toda nuestra planificación de viaje.
TRANSPORTES
Otro de los aspectos importantes es
el cómo movernos, el transporte. Nosotros iremos en coche particular, que
aparcaremos en algún parking que nos recomienden, y para movernos por la
ciudad, además de hacer muuuuuchos kilómetros todos los días, tendremos que
sacarnos una tarjeta que nos sirva para movernos en metro, tranvía o autobús.
La Tarjeta 7 colinas o Viva Viagen son las tarjetas que deberemos adquirir nada más
llegar, aunque la utilizada para unos pocos días será la 7 Colinas, ya que la
Viagen es un bono mensual. Cuestan 0.50 cnts. y son personales e
intransferibles. Las podemos encontrar en metro y establecimientos autorizados
y son válidas en la red METRO Y CARRIS, osea, para el metro, tren, tranvía y bus.
Respecto a las recargas cuentan: Info billetes transportes
Lisboa
-Billete sencillo: (Bilhete Viaghem)
1.45€ y se puede usar SÓLO durante una hora.
-Billete diario: (Bilhete
Diàrio): 6.15€ y se puede usar durante 24 h. Metro/Bus/Elevadores
-Billete
Carris(Bus)/Metro/Transejo(Ferris): 9.35€
-Billete Carris(Bus)/Metro/Transejo/CP(Comboios-Trenes). Válido para ir a Cascais y/o
Sintra: 10.40€.
Otra opción es la tarjeta Zapping, que consiste
en recargar las tarjetas 7 Colinas o Viva Viagem, y nos irán descontando cada
vez que cojamos un metro o tranvía. El precio por viaje en Carris y Metro será
de 1,25 euros en lugar de 1,40 euros, disponiendo de 60 minutos para movernos
libremente desde su validación. Ahora bien, sólo nos será rentable si en un día
la utilizamos más de 4 veces.
A la ida haremos noche en el Guest
Cool House de Elvas, que está a 10 km de Badajoz y unos 220 km de Lisboa.
Parada técnica que aprovecharemos para ver esta fronteriza ciudad del Alentejo,
que es Patrimonio de la Humanidad por sus fortalezas y su casco histórico. Por
lo tanto, al día siguiente, lunes, saliendo sobre las 8 de la mañana,
llegaremos a nuestro destino en Lisboa antes de media mañana.
Lisboa, la ciudad de las 7 colinas,
está enclavada entre 7 promontorios desde donde unas espectaculares vistas son
visita obligada de nativos y turistas. A su vez, está dividida en pintorescos
barrios, siendo los más conocidos los de Belém, Marqués de Pompal, Alto y
Chiado, Baixo y Alfama, quizás, el más pintoresco.
Nuestro alojamiento está en la calle/Rua Moçambique,
más o menos en el centro, pero alejado de los barrios más famosos, a dos calles
de la famosa Av. Amirante Reis y, más o menos viendo este mapa, entre las
paradas de Metro Arroios y Anjos.

Lo mejor será movernos con
transporte público por la moderna red de metro, y también ir cogiendo según las
necesidades el Tranvía, y cómo no, su pintoresco Tranvía nº 28 que recorre el centro histórica de
la ciudad.

Cuatro días tenemos para visitar la capital lusa,
aunque, seguramente, optemos por vistar Sintra y/o Cascais algún día, pues las
combinaciones para ir en CP (Comboios Portugal), osea, el tren, es fácil,
cómodo y rápido. Por ejemplo, para ir a Sintra, cabe la posibilidad de coger un
tren en las estaciones de:
Estación de Oriente (línea roja de metro); en Sete
Rios (Jardin Zoológico, línea azul de metro) o en Rossio (Restauradores, línea
azul de metro), y en unos 35 minutos estaríamos en nuestro destino.
Y recordamos que, llevando la tarjeta Viagem no es
necesario comprar billete, se valida la tarjeta antes de acceder al andén y
vuelves a validarla para salir de la estación de Sintra. También, sacando un
billete sencillo de 2,15€ por trayecto: 4.30€ ida y vuelta.

Sin lugar a dudas, Lisboa es una de
las grandes capitales europeas; capital de un gran imperio hace siglos y lugar
de partida de los grandes descubridores que de sus puertos partieron a buscar
tierras que conquistar.
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Mapa Centro Lisboa |
Gracias a internet, planificar qué
hacer o qué no perderse en Lisboa es fácil tarea, de la misma manera
que reservar por adelantado una visita turística y cultural a la ciudad. Esta
vez reservamos con bastante antelación, una visita guiada con los tours gratis Sandemans de
Lisboa, para el
martes 20 de agosto a las 10 h. La salida se hará desde el Monumento de Camões en Praça Luís de
Camões, y 10
minutos antes deberemos entregar los tickets de reserva a los responsables de
Sandemans newEurope que nos esperarán ataviados con camisetas y paraguas rojos.
Desde nuestro Apartamento, la cercana parada del metro de Anjos nos llevará a
la de Baixa, en la línea verde, y de allí en no más de cinco minutos daremos
con los guías.
¿Y las comidas? El que nos alojemos
en un apartamento, nos da la posibiliad de realizar alguna comida o cena allí
mismo, en la terraza con barbacoa que tiene el alojamiento, además de realizar
los pertinentes desayunos, no obstante, seguro que daremos buena cuenta de
gastronomía portuguesa, que no sólo es el bacalao, sino que muestra un abanico
de carnes y pescados, arroces y platos típicos caseros o sus afamados dulces
que a buen seguro probaremos.
Hay infinidad de webs que informan de qué restaurantes probar, dónde comer, e incluso que hablan de la de la gastronomía portuguesa. A buen seguro que llevaremos
anotadas algunas referencias de los mejores lugares para comer y que
recomiendan los viajeros en blogs y webs como Uma (Rua dos Sapateiros
177), A proviciana (Travessa do forno, 23), Santa Rita (Rua de Sao Mamede 24), O Marques (Travessa do forno,
9) o de esos que sólo van lisboetas como Churrasqueria de paz, Zé dos
Cornos, Gaucha o Vela Branca. Pero interesante será también recorrer una
angosta calle, dar por casualidad con un pintoresco restaurante y allí comer el
mejor plato tradicional.
FADOS
El canto, el sentir portugués. Un lamento, un quejido
escuchado al final de un lúgubre callejón de Alfama o el barrio alto. Un canto
que goza de popularidad y prestigio en todo el mundo y que ha sido reconocido
como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Hay infinidad de guías que recomiendan restaurantes de
Fado, si bien, quizás deberíamos guiarnos por el lastimoso sonido que surgiera
de cualquier auténtico Fado.
DIARIO DE VIAJE
DÍA
1. Domingo 18 de agosto
Salida, mucha carretera y Elvas.
Y llegó el día del viaje. A las 6 de la
mañana quedamos todo el grupo en una gasolinera cercana a nuestras casas. Por
delante teníamos unas 9 horas de carretera hasta llegar al fortificado pueblo
portugués de Elvás. Una ciudad que está en
la ruta de Lisboa, a apenas 250 km, y que nos serviría para descansar del
maratoniano viaje desde Alicante.
Durante el trayecto hicimos las paradas de
rigor en estaciones de servicio, unas dos o tres, con la intención de no
demorar nuestra llegada a Elvas, que la hicimos, descontada una hora en el
reloj (una hora menos de uso horario) sobre las 2 de la tarde.
Conforme fuimos acercándonos a la
localidad, comprobamos su gran cantidad de fortificaciones y murallas
defensivas, sin duda, el resultado de un pasado tan rico y poderoso. La entrada
la hicimos por la muralla, por un estrecho arco por el que sólo podía pasar un
vehículo, que daba a un laberinto de angostas calles. Por un momento no supimos
por donde tirar, ya que el google maps insistía en meternos por
imposibles callejones, hasta que seguimos un cartel con la indicación
"Centro" que nos llevó a un aparcamiento libre pegado a la muralla (y
que no se paga el fin de semana), donde pudimos dejar los coches hasta el día
siguiente. Pero antes, como nuestro hotel estaba al final de una larga cuesta,
subimos con los coches las maletas.
El Cool Guest House de Elvas, era una
hotelito pequeño, situado en una estrecha calle paralela a la plaza principal.
Reservamos 4 habitaciones con baño incluido, que la verdad, estaban muy, muy
bien. Además, la primera planta disponía de una zona común con nevera, cafetera
y microondas para uso de los clientes.
Era la hora de comer; de
sentarnos entorno a una mesa con una cerveza y empezar a disfrutar del viaje,
deleitándonos de la gastronomía portuguesa... y de su cerveza. Junto al hotel
teníamos el restaurante Kudissama, muy bien valorado en
las RRSS y con un propietario que hablaba español y muy amable. Nos dejamos
recomendar, aunque finalmente, todos, menos algún niño/a, pedimos bacalao; un
plato generoso, como todos los que degustamos en Portugal, con una rica
guarnición, y varias cervezas locales de la marca Sagres que nos entraron muy,
muy bien.
Tras la comida regresamos al hotel a
terminar de ordenar las maletas, cambiarse el que quiso, y descansar apenas 15
minutos, para comenzar a visitar la ciudad comenzando por la Plaza de la
República, con varios bares y restaurantes y la iglesia de Ntra. Sra. de la
Asunción, situada en un extremo a lo alto.
Acueducto de Elvás
De visita obligada es el acueducto de
Amoreira, o de Elvas, mandado construir por el rey Manuel I y terminado en
1622. Tiene 8 km de largo y mantiene una imagen de acueducto romano, del que
muchos llegamos a pensar que era su procedencia.
Continuamos recorriendo murallas y
baluartes, contemplando sus históricos edificios reconvertidos en escuelas,
sede de universidad o espectaculares hoteles, y deleitándonos por sus angostos
callejones y pequeños parques. Por el camino, fuimos deteniéndonos en algunos
miradores que nos ofrecían unas vistas de Elvas espectaculares, de casas
blancas y tejados rojizos, que nos recordaban los pueblos sureños de
España.
Seguimos caminando hasta que llegamos a la
parte más alta, al castillo de Elvás, convertido en hotel y restaurante. Un
pequeño parque adosado al castillo, nos ofreció una espectaculares vistas de
toda la rodalía.
Comenzamos a bajar desde el castillo
recorriendo sus estrechas y laberínticas calles, de casas encaladas y repletas
de macetas; haciendo fotos, deteniéndonos en esos callejones imposibles y
preciosos. Un poco a la aventura caminábamos, es cierto, pero ahí está,
también, parte del encanto de los viajes: no saber qué te puedes esperar al
girar una esquina.
Poco a poco iba anocheciendo, bajando la
temperatura considerablemente. Un alto en el camino en un bar, más tasca
antigua que bar, nos sirvió para descansar un rato y tomar algo antes de acudir
a la plaza de la República a Cenar. Posiblemente nos equivocamos de
bar/restaurante, pues solamente disponían de queso, aceitunas y ¡melón! para
cenar, ya que se les había acabado todo, o al menos éso nos dijeron. Y así fue
entre risas y algunas cervezas. Por cierto, las aceitunas y el queso de inicio
en los restaurantes fue una constante en todo el viaje, pues si no estaba ya en
la mesa antes de sentarnos, el camarero era lo primero que nos ofrecía. Solían
poner quesos enteros que no eran muy grandes, redondos y de unos 200grs.
partidos en láminas, con un sabor y textura entre el manchego y el parmesano
italiano, y la verdad: muy buenos.
Día 2. Lunes 19 de agosto
Elvás, llegada a Lisboa. Alojamiento, plaza
Figueira, Rossio, Chiado, Barrio alto
Temprano nos levantamos el lunes.
Desayunamos muy bien en una refinada cafetería, a escasos metros de la plaza de
la República, y tras dejar el hotel y recoger el coche, cogimos la autovía A6,
y luego la A2, que nos llevaría a nuestro destino. Sin duda, fue un acierto
adelantar la salida del viaje al lunes, ya que, de esta manera, llegamos pronto
a nuestro apartamento.
Cierto es que las alarmas nos saltaron
cuando, antes de entrar en territorio portugués, leímos que teníamos que
sacarnos un certificado para circular por las autopistas; un verdadero lío y
quebradero de cabezas, como bien señalan muchas personas en foros de viajes.
Sin embargo, y tras varias consultas en una gasolinera, solamente tuvimos que
pagar de forma manual a la salida de una autopista de camino a Lisboa.
Puente Vasco de Gama
Cruzar el puente nos costó unos 3.-€
aproximadamente, y en menos de 20 minutos llegamos a nuestro destino con la
ayuda de Google Maps. Dejamos las maletas y aparcamos en unparking de
superficie de la empresa Empark, en la C/Gomez Freire,
que nos costó unos 21.-€ de lunes a viernes. Casi en toda Lisboa hay que pagar
por aparcar, y sobre todo el centro, aparcar es muy complicado, amén de que en
algunas zonas solamente pueden aparcar los residentes. Tanto Empark, como otros
parkings, tienen precios asequibles para dejar un vehícuo varios días.
Como el check-in lo teníamos a partir de
las 14 h. y llegamos en torno a las 11.30h., dejamos las maletas en el
apartamento que contratamos con Ayra Angels y comenzamos de
inmediato la visita la ciudad.
Salimos por la Av. Almirante Reis,
paralela a nuestra vivienda, y comenzamos a bajar hasta el barrio de Baixa, el
centro de la ciudad, nos mezclamos entr miles de turistas y lisboetas caminando
por donde Praça da Figueira o la de Rossio, con un mosaico esta última, que
copió el paseo de la Explanada de
España de Alicante.
Hacía fresco para la fecha que estábamos,
pero se agradecía. Recorrimos el paseo, nos hicimos unas fotos, entramos en
alguna tienda y buscamos una tradicional y antigua destilería de cerezas
llamada A Ginjinha, situada en una esquina de la plaza de Rossio, en el Largo
Sao Domingo. 2'5€ aproximadamente, nos costó cada chupito en el interior
del estrecho y oscuro barecito, convertido en uno de los lugares de visita
obligada para quienes visitan Lisboa. Es un licor de cerezas de unos 20º, que
se sirve en un vaso pequeñito sin acompañamiento alguno, que tiene un agradable
sabor a guinda.
👍 De
interés
En caso de que esté
cerrado, os informo que no es el único bar que sirve Ginja, ya que, en cuanto recorres la
ciudad verás más locales de este tipo, y al caer la noche, también se puede
degustar este licor en las calles de Alfama, pues algunas mujeres lo venden
en la calle servido en vasitos de chocolate.

Aprovechamos para visitar la iglesia de Sao
Domingos, que estaba justo al lado. Un bello templo, como todos los que
vimos en la ciudad, repleto de pinturas y esculturas, aunque a casi todos, les
faltaba algo de mantenimiento
Hora de comer.
Llevábamos varios sitios recomendados en
foros de viaje, para comer bien y a buen precio. Como estábamos en la plaza de
Dom Pedro IV, más conocida como Rossio, muy cerquita, en Travessa do
Forno teníamos los restaurantes A provinciana y O Marques. El
primero con mucha cola en la calle, y el segundo cerrado, por lo que optamos
por comer en otro restaurante de cocina portuguesa de la misma calle, en O Mondego. Entramos, nos sentamos
enseguida, y para nuestra sopresa ¡¡no había bacalao en la carta!! de manera
que optamos por otros pescados y carnes. Un lugar, sin duda, al que no
volvería, aunque esté bien valorado en tripadvisor.
De todas formas, las calles adyacentes a Rossio
están llenas de restaurantes donde comer, y en la misma plaza se encuentran
cadenas de hamburgueserías.
Paseamos y reposamos la comida por el
centro de la ciudad, deteniéndonos en algunas tiendas por la zona o barrio de Baixa, el más céntrico,
comercial y antigua de la ciudad, hasta llegar al elevador de Santa Justa.
Elevador de Santa Justa
Con una cola de más de una hora para quien
quiera subir, este antiguo y espectacular ascensor te sube hasta el Barrio de Chiado, el barrio bohemio e
intelectual de la ciudad, que fuera y es el preferido de poetas y escritores,
como Fernando Pessoa. Más allá, más arriba, subiendo por sus empinadas calles,
llegaríamos al Barrio Alto, el más vanguardista y
moderno de Lisboa, y donde suele salir de fiesta la juventud lisboeta. Como
decimos, este elevador conecta Baixa y Chiado, pero no es el
único elevador que conecta barrios altos. Tengamos en cuenta que Lisboa está
situado entre 7 empinadas colinas, y una de las formas de subir hasta ellas es
con un elevador.

Sin duda, el de Santa Justa es el más
conocido y espectacular, pues su robusto diseño de 1902 siguiendo técnicas
usadas en la Torre Eiffel, y sus 45 metros de altura, lo destacan sobre los
demás. Nosotros accedimos a pie y pudimos acceder hasta la puerta del mismo
ascensor, en donde se contemplar preciosas vistas de la ciudad, pese a estar el
lugar totalmente enrejado. 
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Espectaculares vistas desde el mirador de Santa
Justa
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La catedral desde Santa Justa
Aunque si se prefieren las vistas sin
rejas, se puede acceder a un nivel superior previo pago de 1'5.-€ Pero antes,
caminando por Chiado, además de deleitarnos de la belleza de los edificios
antiguos con fachada de azulejo, vimos las espectaculares ruinas del Convento do Carmo, destruido por el
terremoto de 1755 y convertido ahora en Museo arqueológico.
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Convento do Carmo desde Rossio
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No tiene techo, apenas unos imponentes
arcos visibles desde fuera, y en su interior, suelen organizarse conciertos y
obras de teatro.
👍 De interés
Junto al elevador hay
un restaurante con mesas y tumbonas, y además, un ascensor gratuito que baja
directamente a una tienda de regalos de la calle Do Carmo, y que también se
puede utilizar para subir.
Aprovechamos la tarde para hacer unas
compras, y como hacía fresco, algunos optaron por comprar unas sudaderas que,
como más tarde comprobamos, vinieron muy bien.
Marchamos al apartamento. Teníamos que ir
a un supermercado para comprar los desayunos y algo de comida para meriendas y
cenas.
Una de las excursiones que teníamos
planeadas era visitar el pueblo pesquero de Cacilhas, al otro lado del río Tajo.
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Rua Candido Dos Reis, Cacilhas.
https://www.minube.com/fotos/rincon/933541
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Un pintoresco pueblo, repleto de
restaurantes para degustar la cocina marinera. Y no perdimos más tiempo.
Cogimos el metro (línea verde) y paramos en la última estación de Cais do Sodré, donde cada media hora
salía un ferri hasta Cacilhas. No nos sirvió la tarjeta Via Viagem
porque la teníamos de 24h, pero si la hubiéramos sacado en modo zapping, es
decir, con dinero para que cada viaje descontara el precio del trayecto, SÍ
hubiera servido. Aprendida la lección, las siguientes tarjetas serían en esta
última modalidad.
Montamos en el ferri de las 21h y cruzamos
el estuario del Tejo en unos 10 minutos. Ya estaba haciendo algo de fresco toda
la tarde, pero cuando atracamos en el muelle del puerto, notamos que hacía un
frío fuera de los normal para las fechas que estábamos.
Una pena que el sol se hubiera puesto ya y
no viéramos Lisboa a plena luz del día. Sólo divisábamos infinidad de luces,
las silueta del puente 25 de abril, o la majestuosa
escultura del Cristo Rey que se alza a esta
parte del río.
Nos pusimos en marcha.
Nada más bajar del ferri nos encontramos
de frente con los restaurantes. Caminamos hasta la vía principal, la Rua Candido
dos Reis, en la que cenamos en uno que estaba muy bien recomendado en distintos
foros, y como a nuestros hijos no les apetecía cenar pescado, optaron por una
hamburguesería que estaba frente a nosotros.
Una de las mejores cenas, aunque
estuviéramos a 18º y abrigados, menos mi cuñado, que sólo dispuso de una
camiseta interior verde 😀😀😀. Pulpo a la brasa,
sepia a la romana y dos tipos de bacalao, que fueron regados por vinho verde
(vino portugés de tintes ácidos y algo espumoso) y alguna pinta de cerveza. Un
buen rato, una buena cena, un buen momento de esparcimiento y planificación de
lo que haríamos al día siguiente. Sin lugar a dudas, TOTALMENTE RECOMENDABLE.
A las 00:30 cogimos el ferri de vuelta a Cais
de Sodre, y de aquí en metro hasta nuestra parada de Anjos y en 5 minutos
en nuestra casa.
El primer día en Lisboa había sido
agotador y fantástico. Era tarde, y aunque estábamos cansados y al día
siguiente madrugábamos, el disponer de una terracita en el apartamento nos
hacía sentarnos un rato para charlar y terminar de planificar el día siguiente.
A dormir.
Día 3. Martes 20 de agosto
Tour Sandemans, Praça do Comercio, Belem
A las 8.30 de la mañana, ya estábamos
todos desayunando en la larga mesa del salón. Este día teníamos concertada una
visita guiada, y gratuita, con Sandemans por Lisboa. Comentar que las reservas de
menos de 10 personas SÍ son gratuitas, pero a partir de 10 hay que pagar unos
8€ por persona. No obstante, finalizado el tour, y, aunque era gratuito, es
costumbre abonar la voluntad a la guía. Y así hicimos 😀
La reserva la hicimos en invierno, e
hicimos bien, ya que todas las visitas, grupos y horas, estaban completas desde
hacía semanas.
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Plaza de Luis Camoes. Inicio del Tour de Sandemans
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De la plaza de Luis Camoes partían casi todos los tours
turísticos de Lisboa. Una plaza en pleno barrio de Chiado que da paso al
bullicioso barrio alto.
Fue, sin duda, un acierto hacer el tour, y más, con la
persona que nos tocó, una española residente en Lisboa desde hacía años, que
vivía y sentía la ciudad como propia y que nos supo transmitir ese gusto y ese
cariño por la ciudad.
La visita duró cerca de 3 horas, con un alto en el
camino en una cafetería concertada, en la que pudimos acudir al aseo y/o tomar
un tentenpié.
La arquitectura de la ciudad, y las fachadas forradas
de azulejos, no dejaban de sorprendernos.
Durante el recorrido tuvimos ocasión de ver y entrar
en la librería más antigua del mundo, Bertrand, fundada en 1752 y situada en una
esquina del barrio de Chiado, y en la que mi sobrina María tuvo a bien
comprarse un libro con el sello que acredita ser la librería más antigua del
mundo.También tuvimos ocasión de entrar en una de las
cafetrías más antiguas y tradicionales de Lisboa, en el Café a Brasilera, fundada en 1905 y conocido, entre otras cosas, por la
estatua de Fernando Pessoa en la terraza. En la barra, y por menos de un euro,
tuvimos la ocasión de tomarnos un café en esta elegante y artesonada cafetería,
en la que poetas y escritores siguen reuniéndose cada día para tratar de lo
humano y lo divino.

En la plaza de Rossio, como no podía ser de otra
forma, también nos detuvimos a escuchar las explicaciones de la guía. Y como
curiosidad, entramos en una tienda que vendían latas de sardinas, entre otros
pescados, en unas bonitas y llamativas latas en conserva.
Los barrios céntricos como Baixa, Chiado y Barrio
alto, fueron los visitados con acertadas explicaciones de la historia y
evolución de la ciudad, finalizando en la majestuosa Praça Do Comercio. Un lugar en el que estuvo el
Palacio Real destruido en 1755 por un terremoto. Destruida la plaza,
el Marqués de Pombal la reconstruyó, aunque esta vez dándole la forma
actual de “U” al estar levantada con tres largos edificios porticados.
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Al fondo, el Arco de entrada a la Plaza del Comercio
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A la plaza del Comercio le falta el tramo que la
cerraría por el lado del estuario del Tajo; un hecho que acrecienta, más si cabe,
la grandeza de la plaza. En uno de sus soportales nuestra guía nos dio las últimas
explicaciones y orientaciones, antes de caminar hacia el río para divisar el este, el océano Atlántico.
Hacia el este divisamos la desembocadura del Tajo, más allá del
puente 25 de abril que por la tarde veríamos de cerca,
y a la izquierda del puente (en la foto de abajo) la colosal escultura de 28
metros de Cristo Rey.
Para comer nos dirigimos al restaurante Santa Rita, en
la ladera del casillo de San Jorge y muy bien comentado en foros de viajes,
pero también nos lo encontramos cerrado. Cansados de las 3 horas de tour y de
las cuestas que subimos en busca del restaurante, en la misma calle hicimos
un alto en el camino en un bar/bodega para tomar unas cervezas. Al final,
tras buscar algún restaurante por los aledaños, reservamos mesa en el
restaurante Ho Caldas, también en la misma vía.
Un acierto el sitio, con un amable dueño que nos
atendió en español y orientó qué pedir. El bacalao se sirve y come de infinidad
de maneras, pero la más característica es, junto al bacalao con nata, el bacalao
a bras. Lo probamos de diversas formas, aunque a mí, esta receta "a bras" no me
gustó mucho. Mi cuñado pidió uno con tomate y algo de fritanga que,
posiblemente, fuera el mejor que probamos.
En la Praça da Figueira, paralela a Rossio,
cogimos el autobús que nos llevaría por la tarde a Belem.
Un error😓, sin lugar a dudas, ya que al
tiempo que tardamos esperando a que llegara, tuvimos que sumar unos 25 minutos
más de trayecto. Para la próxima ocasión😀, cogeremos desde Cais do Sodre
el tramvía, o el tren, para ir más rápido y cómodos.
Belem es una de las visitas obligadas. Un must como
dirían algunos. Es un barrio algo alejado de Lisboa, situado junto al río Tajo,
repleto de zonas verdes y varios monumentos que plasman la historia marítima y
de descubrimientos de Portugal.
Nada más bajar del autobús, lo primero que vimos fue
la larga cola que había en la pastelería Pastéis de Belém, de la que luego hablaremos, y el Monumento a los Descubrimientos junto al río.
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Monumento a los Descubrimientos
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Construido en 1960 para conmemorar los 5 siglos de la
muerte de Enrique el Navegante. Sus 52 metros de altura con forma de carabela,
alberga a ambos lados las 33 personas más reconocidas de la gloriosa época de
los grandes descubrimientos portugueses.
Caminando hacia la desembocadura, a unos dos
kilómetros caminando, otro de los grandes monumentos: la Torre de Belem.
Declarada patrimonio de la Humanidad, está ubicada en
el mismo lugar de donde partían las expediciones portuguesas. Una preciosa
fortaleza del siglo XVI construida para proteger la entrada al puerto, aunque
también sirvió de prisión y como aduana para recaudar impuestos.
Pusimos rumbo al Monasterio de los Jerónimos, una verdadera maravilla declarada
Patrimonio de la Humanidad en 1983. Arquitectura manuelina del siglo XVI
(encargada por el rey Manuel I) levantada en honor a la época dorada de
Portugal.
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Monasterio de los Jerónimos
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Del conjunto de edificios que componen el
monasterio, se puede entrar, previo pago, al Monasterio y al Museo Nacional de
arqueología. Existen
diferentes precios y entradas combinadas, pero nosotros optamos por no
entrar, aunque finalmente accedimos durante una misa al interior de la oscura
iglesia en la que descansan los restos, entro otros, de Vasco de Gama y Luis Camoes.
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Foto de familia en el Monasterio de los Jerónimos
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Antes de regresar teníamos que hacer una obligada
parada en la confitería de Pasteis de Belem, que a esas horas de la tarde ya no
tenía mucha cola. También llamado "pastel de nata", es una tartaleta
de hojaldre con crema pastelera en su interior, que se come caliente y con
canela espolvoreada por encima. Cuentan que siguen la receta de los monjes
jerónimos de 1837, y la verdad, estaban de muerte.
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La pasteleria y el Monasterio al fondo
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Un bucólico parque con artísticas fuentes, nos dieron
cobijo para deleitarnos con el fino sabor de los pasteis, que aunque
éstos sean los "originales" también se venden en toda la ciudad,
además de una gran variedad de bollería y dulces típicos que probamos en más de una ocasión.
Para regresar en tren tuvimos que recargar las
tarjetas Viagem en las máquinas del anden. Fue todo un poco enfarragoso y
lento, el tener que recargar las tarjetas una por una, aunque al final lo
conseguimos 👍 con ciertos nervios y premura, ya que el tren podría llegar en cualquier momento.
Al llegar a la estación de Cais do Sodre, aprovechamos
para recargar las tarjetas con la modalidad zapping, es decir, con dinero esta
vez, no sólo para coger el metro de regreso a casa (casi ninguna tarjeta tenía
saldo) sino para que al día siguiente nos sirviera para coger el tren a
Sintra.
Esa noche los niños/as cenaron pizza y nosotros optamos
por picar alguna cosa en la casa. Estábamos cansados y al día siguiente tocaba una
excursión, que al final, no salió todo lo bien que hubiéramos querido.
A dormir.
Día 4. Miércoles 21 de agosto
Sintra, Palacio da Pena, Alfama, fados
A las 09.30 h cogimos nuestro tren hasta
Sintra en la Estación de Rossio. Validamos la tarjeta Viagem y en unos 40
minutos llegamos a la estación término de Sintra.
Muchos guías, particulares y de empresas
privadas, nos "asaltaron" nada más salir de la estación para
vendernos varios paquetes turísticos. Casi todos eran en tuc-tuc, como el de
recorrer tres palacios y comida, o ver uno por dentro con guía. Hasta regreso
en barca por el Tajo llegaron a ofrecernos. Sin lugar a dudas, el reclamo
turístico de Sintra es excepcional, sobre todo, por sus palacios y nobles
edificios, como el Palacio da Pena, la Quinta da Regaleira, el Palacio Nacional de Sintra, el Palacio de
Montserrate o el Castelo das Mouros. En torno a los 25-30€ por persona costaba
la excursión, que declinamos, si bien, posiblemente nos equivocamos.
Paseamos un rato por la ciudad, nos
tomamos un café mientras decidíamos qué hacer, y finalmente, optamos por coger
el autobús turístico nº 434 que nos llevaba a la
puerta del Palacio da Pena, ya que consideramos que era la visita más
importante de las que podíamos hacer.

Algo caro, unos 6.5€ por cabeza, tardamos
¡¡1 hora y 30 minutos!! en subir hasta el Palacio en un recorrido de no más de
15-20 minutos, y además, en un bus hasta los topes de gente. Fue desesperante, parándonos cada 5 minutos en una
estrecha carretera por la que también subían calesas, otros autobuses, tuc-tucs y
coches particulares. Un infierno. Hasta que por fin llegamos.
Nada más bajar vimos largas colas: a la
derecha para entrar en el Palacio y a la izquierda para visitar sólo los
jardines. Por la hora, y porque estábamos ya bastante cansados, optamos por
pagar los 20€/pax para ver jardines y el palacio por el exterior.
El palacio, de colores intensos, almenas,
troneras y murallas de película, está sobre la cumbre de una alta y frondosa
colina al que, ni que decir tiene, se accede por empinadas rampas.
Nada más llegar vimos una larga y lenta
cola para acceder al interior. Nosotros nos quedamos por fuera, deleitándonos
de las vistas que teníamos delante: al oeste el océano Atlántico y al este
frondosos bosques. El Palacio-castillo por fuera lo vimos con detenimiento,
recorriendo todos los pasajes, almenas y pasadizos, y por supuesto, recogiendo
esos magníficos momentos y esas preciosas imágenes en videos y fotos.En una cafetería del Palacio nos tomamos
una fría Sagres con unas patatas fritas que nos supieron a gloria, y
continuamos la visita, ahora, recorriendo los extensos y verdes jardines del palacio.
Todo cuesta abajo, entre grandes
coníferas, plantas y hermosas flores, hasta que llegamos a la salida del jardín y cogimos de nuevo el bus que nos llevaría a Sintra.
Esta vez bajamos más rápido, fuimos a la
estación del tren y marchamos a Lisboa, no sin antes tener un percance con la
tarjeta de M Ángeles, que no funcionaba y a punto estuvo de quedarse sola en la
estación 😅😅.
Como una anécdota más de nuestro viaje, el
trayecto de vuelta a Lisboa suponíamos que finalizaba en la estación de Rossio,
pero nos equivocamos. Mi sobrino Sergio miró el plano de paradas del vagón y
comprobó que no pararíamos en Rossio, sino en Santa Apolonia, a las afueras de
la ciudad. Teníamos que haber parado en la estación de Benfica y haber hecho un
transbordo hacia Rossio. Y así hicimos entre risas.
Eran las 17.30 h y no habíamos comido
todavía. Barajamos varios sitios y elegimos un clásico y centenario restaurante,
que si no hubiera sido por la hora, nos hubiera sido imposible sentarnos en su
interior. Estoy hablando del Beira Gare.
Este centenario restaurante, sirve las bifanas desde 1890. Un bocadillo relleno con varias chuletas
de cerdo marinadas, que en el Beira Gare se servía con mostaza. Cierto es que
en Lisboa se pueden degustar estos bocadillos en muchos sitios, aunque el más
clásico y veterano era éste. Un lugar siempre abarrotado, pero que a esas horas disponía de algunas mesas en su interior. Unas frías cervezas y bifanas para todos, paliaron 👌 el hambre que teníamos.
De camino al apartamento compramos algunas cosas en el
supermercado, y nos preparamos para afrontar lo que sería una mágica noche en
Alfama. Uno de los barrios más antiguos de Lisboa y con más encanto. Repleto de empinadas cuestas y calles repletas de cafeterías y pequeñas tiendas. Y
aunque parezca mentira, el histórico tranvía n.º 28, siempre repleto de
gente, pasa entre sus angostas calles. Pero es que, además, también el barrio
alberga la catedral, la llamada Se, y dos de los miradores más bonitos: el de
Gracia y el de Santa Lucía.

Era nuestra intención dejar a los niños en el
apartamento y salir las dos parejas a un Fado a cenar, pero finalmente optamos
por ir todos, previa reserva en un restaurante recomendado para familias. Y
acertamos. Así que tras un rato en el piso y arreglarnos, partimos a
Alfama.
Desde la plaza de Martin Moniz, subimos por unas
escaleras mecánicas (sólo funcionaban la mitad) un gran desnivel hacia el extremo del barrio de Alfama, según nos había informado un amable lisboeta cuando preguntamos cómo ir. Unas cuantas
preguntas a vecinos para orientarnos y comenzamos nuestra ruta.
Ya estaba anocheciendo y el bullicio en el barrio era
más que evidente. Paramos en un pequeño bar con barra en la misma puerta, y
tomamos unas cervezas y algún licor de cereza, mientras los restaurantes
de alrededor ya comenzaban a llenarse.
Pasamos por la catedral, que vimos desde fuera, y
seguimos callejeando por el veterano barrio de calles estrechas y poca luz; sin
duda, un verdadero viaje en el tiempo. Mientras caminábamos, lastimosas voces
de fado surgían del fondo de los restaurantes, envolviéndonos en un ambiente
mágico.La mesa la teníamos a las 10 de la noche, pero como
fuimos algo temprano nos paramos en un pequeño parque a tomar una sagres en un
humilde bar. Los niños entre risas y móviles, y nosotros sentados en unas
desvencijadas sillas, al tiempo que tristes melodías inundaban el barrio. Sin
lugar a dudas, unos de los grandes momentos para recordar.
Cenamos en un nuevo fado, "para familias",
que decía la publicidad, previa reserva ese mismo día. No era muy grande,
acogedor, pero sin ventilación ni aire acondicionado. La mayoría pidió carne,
que regamos con cerveza local y vino verde, y de inmediato, un trío de
guitarras lastimosas comenzaron a tocar fados. Varios cantantes fueron
alternándose durante toda la noche, haciendo de la cena una noche preciosa. Por
lo visto, los y las cantantes van rondando por los bares durante la noche:
jóvenes, mayores, y hasta la dueña se arrancó un par de veces con una grave y
profunda voz.
Día 5. Jueves 22 de agosto
Tramvía 28, mercado Campo de Ourique,
miradores, últimos paseos por Lisboa
A las 9.30h ya estábamos en la plaza de Martim Moniz para coger el Tranvía nº 28 que nos daría un recorrido por lo
más emblemático de Lisboa. En esta plaza empieza el recorrido de este vagón amarillo de 1914 que se ha convertido en toda
una atracción turística, pese a que sigue siendo una medio de transporte para
todo el mundo. Siempre está lleno, por lo que tuvimos que hacer una hora de cola en la plaza para poder hacer el recorrido sentados en el Tranvía.
Como curiosidad, al empezar a subir la gente al "Electrico", no permiten que se llene, porque sigue siendo un medio de transporte para los lisboetas y no puede estar monopolizado por los turistas. Si lo llenaran al
principio, no serviría para transportar al personal de un sitio a otro y
perdería su esencia.

👍 De interés
El tranvía enlaza la
plaza de Martim Moniz con la Av. Almirante Reis que cuenta con varias paradas
del nº 28. Si no quieres hacer cola y te da lo mismo y ir de pie, se puede subir
al tranvía en poco tiempo.
Este antiguo vagón amarillo, convertido en un icono de
Lisboa, recorre los barrios típicos de la ciudad, subiendo y bajando las
empinadas y sinuosas cuestas de la parte más antigua de Lisboa.
Optamos por bajar en la plaza de Luis Camoes y coger
otro tranvía que nos llevaría al mercado de Campo de Ourique, algo alejado del
centro de la ciudad (R. Coelho da Rocha 104, 1350-075 Lisboa).
Este mercado, que no está tan masificado como otros,
atrae a un gran número de turistas. Además de su tradicional venta de productos
frescos, se han establecido varios restaurantes y chefs de renombre,
convirtiéndose la antigua lonja mayorista en un excepcional mercado-gourmet, en
el que probar, además de cocina portuguesa, productos de otras partes del mundo.

Pasta, arepas, ensaladas, carnes, quesos, sepias
planche y la sempiterna Sagres, nos hicieron disfrutar de una forma de comer distinta y
tan de moda en muchas ciudades española, como Madrid o Alicante.
Buscando una parada de bus o tranvía para volver al
centro, nos topamos con una esbelto templo: la basílica de la Estrela, que
visitamos unos minutos.

Un autobús nos dejó en la plaza de Rossío. Aún
teníamos que subir hasta el mirador de Santa Lucía, uno de los más bellos de la
ciudad.
Pudimos haber subido a la colina en bus o tranvía,
pero optamos subir por la vía Limoeiro, que deja a la derecha la catedral,
hasta alcanzar el famoso mirador, aunque antes entramos a la Sé, en la catedral románica de
Santa María la Mayor construida
en el siglo XII. En su interior conserva un artesonado claustro con restos
árabes, romanos y medievales que no llegamos a ver, al igual que un valioso
tesoro en la parte superior, con cuatro salas repletas de ropajes antiguos,
joyas y reliquias.
La catedral. La Se
Llegamos al mirador a media tarde. Las vistas,
asombrosas, con el Tajo enfrente y el barrio de Alfama a nuestros pies, aparte de varios e importantes edificios singulares.

Quizá no tenga las mejores vistas, pero su ambiente,
el color de sus buganvillas o los bancos y paredes tapizados de preciosos
azulejos, le infieren un aroma especial.
Mirador de Santa Lucía
Las vistas son, sin duda, lo que más va buscando la
gente de este lugar, aunque también hay quien busca ese ambiente decadente que
profieren tantos lugares de la capital lusa.

Desde aquí subimos más cuestas hasta alcanzar un nuevo
mirador, el mirador de Gracia, con menos gente que el anterior,
pero con más espacio para sentarse un rato, acaso, a tomarse algo en una de sus
cafeterías.

Mirador de Gracia
Este mirador da al centro de la ciudad, dejando a la
izquierda el castillo de San Jorge, que no visitamos en nuestro viaje. Desde
arriba las vistas también eran espectaculares: Rossio, Plaza Figueira, Baixa,
el río y el puente colgante al fondo, y más allá, el Atlántico.
Algo cansados de tantas cuestas, bajamos casi en línea
recta hasta la plaza de Martim Moniz, por unas calles repletas de tiendas de
souvenirs. Ya estábamos llegando al final de nuestro viaje, de manera que aprovechamos para hacer las últimas compras, que incluían, como
no podía ser de otra forma, recuerdos típicos y tópicos de Lisboa.

En un súper compramos algo para cenar y nos fuimos al
apartamento a pasar la última noche en Portugal. Quesos, algo de embutido y
variadas latas en conserva, muy típicas en esos lares, de atún, caballa o
sardinas, completaron una estupenda cena en la pequeña terraza al aire libre
que disponía nuestra casa.
A dormir. A las 10 h del día siguiente volveríamos a
España.
Día 6. Viernes 23 de agosto
Vuelta a casa
Desayunamos con tranquilidad. Mi cuñado y yo recogimos
el coche del parking y fuimos directos a por nuestras familias. Sin dilación, salimos en dirección al puente Vasco de Gama que nos dirigiría a la A6 para salir de Portugal.
Varias paradas a tomar cafés, y demás, a poner
gasolina y a comer, dieron por finalizado un fantástico viaje familiar.
Y ahora, a pensar en el siguiente.